viernes, 28 de agosto de 2009

¿Qui est veritas?

He dicho en diversas oportunidades que el hombre es "búsqueda". ¿Búsqueda de qué? Partiendo de la base de que lamentablemente nos consideramos seres condicionados, bajo ese condicionamiento psicológico, generalmente producto de la cultura que nos cría, creemos que nos falta algo por hacer, algo por saber, algo por decir, siempre.
La ciencia está permanentemente buscando soluciones a problemas, y poco le interesa lo que sea "la verdad", y tampoco tiene porque interesarle. ¿A quién le importa lo que es en sí, La Verdad? A mucha gente, pero es a esa gente a la que me voy a referir ahora, tampoco en contra de ella, sino para ella. Es cierto que buscar respuestas a nuestros interrogantes es una actividad sumamente humana, y hasta necesaria. Ahora bien, una cosa es buscar respuestas respecto a preguntas que plantean un problema, y otra muy distinta es pretender buscar una respuesta a la pregunta mencionada anteriormente, esa que nombra lo cierto e irrefutable bajo el nombre de La Verdad. "La" designa que es una sola y misma cosa que debe ser compartida o, si se quiere ser un poco platónico, a la cual todas las demás cosas deben participar.
Es posible que plantear este tema hoy en día sea algo trillado e innecesario. Aunque pareciese que sólo en el medioevo y en la antigüedad la gente se preguntaba por ese ente sublime llamado verdad, hoy también quedan unos tantos que se siguen preocupando por la cúspide de todo ser: logos, veritas, Dios (pongan el nombre que se les ocurra aquí).
Parece ser que a un grupo de distinguidas mentes se les ocurrió que tal vez la mismísima palabra "verdad" no es sino sólo una palabra, y nada más. Un signo al cual le hemos atribuido tantos atributos que se ha inflado de tal manera que quien crea poseerla, hace uso de ella de la manera que se le cante (generalmente, por lo que la historia nos data, lo hace de manera autoritaria y dogmática)
Quien posee la verdad posee a todos aquellos que la buscan (magnificamente el sr. Michel Foucault y sobre todo F. Nietzsche tratan sobre este tema). Entonces, cuando hacemos mención a este término no sólo hacemos alusión a la palabrita de seis letras cuyo significado es tan amplio, querido y odiado por tantos. Estamos hablando de un medio de control. ¿Qué es eso? Supongamos, imaginemos un tipo, a la cabeza de un país (llamémoslo presidente) que le dice al pueblo que lo eligió como lider político: "Estamos en guerra contra el terror" durante 6 años consecutivos, tal frase fue perdiendo peso, pero al decirla por primera vez, no sólo el país, sino todo el mundo tembló del temor. ¿Era cierto que la guerra era en contra del terror-ismo?. Si vieron el final de esa peli me cuentan, yo todavía no lo ví, pero creo que se como termina.
Agradezcamos a quien creamos necesario por el hecho de que al hombre siempre se le da por darse cuenta tarde, pero al fin, nos damos cuenta. No solo eso, somos tan diversos que; o nos dejamos someter por quien "tiene la verdad", o sino, todo lo contrario, mandamos a matar a quien también nos dice: "Yo soy la Verdad, la Luz y la vida....", tipo al que siglos después y hasta nuestros días se lo venera por muchas partes del mundo, a ése, o al que decía "La violencia es el miedo a los ideales de los demás", averigüen y fíjense que le pasó. Somos increibles, le creemos al idiota de turno una tras otra vez, pero nunca le vamos a creer al pobre infeliz que tuvo buenas intenciones. Bueno, me excedí, tampoco es tan así, fíjense en Mandela, le creyeron tarde.
Sigamos siendo quienes buscamos la verdad, nunca nos convirtamos en aquellos que se creen poseedores de ella, y no olvidemos que La Verdad, así escrita, con mayúsculas, no es algo que la mente pueda pensar, decir, expresar, comunicar, conocer, transmitir ni nada que se parezca. Son dos palabras cuyas primeras letras están escritas con letra mayúscula y cuyo uso dogmático ha permitido al hombre realizar atrocidades innombrables.

Despertar

Veo la manzana, quiero ver su núcleo
no es un carozo, ni las semillas,
me enseñaron a buscar su ser,
pero nunca lo encontré. ¿Es que acaso una manzana tiene ser?
¡Todo tiene ser! me gritan, bajo mi cabeza, sigo buscando.
No encuentro nada, pero hago bien el papel de simulador.
Luego de aceptar algo que no vi ni conocí, me siento traicionado.
Quiero ver y conocer, eso que dicen, se llama ser.
"Todo ente tiene un ser", escucho sin cesar, "todos compartimos el mismo ser",
pero sigo sin entender que es eso que todos llaman ser.
Ser es estar. ¿Ser es estar?. Me dicen que me confundo con el verbo "to be".
Empiezo a sospechar, es que estoy por despertar.
Mi sueño dogmático era antes mi realidad. Todavía lo es, pero no me animo, me da miedo abrir los ojos.
Cuenta el mito que todo aquel que pudo desvelarse en el crudo mar de los conceptos, no ha vuelto jamás a los dominios de la esencia.
Ellos profesan la palabra que determina, el concepto que define las cosas, ellas no son lo que son, se llaman como se llaman. Sus nombres tienen un uso, no una esencia, ni un ser, sino una razón de ser convencional.
¿Porque buscamos tanto lo que es? ¿Qué son las cosas? Son preguntas que unos ni se molestan en hacerse, y otros basan su vida en ellas.
El hombre es búsqueda
El sin sentido nos enloquece
La nada nos aturde
El todo parece una ficción, que todos quieren alcanzar.
Y sin embargo no buscamos el sentido, para no enloquecer
Nada nos aturde, todo nos suena igual
Es que tristemente me di cuenta que nadie quiere despertar

Lisandro Prieto Femenía

miércoles, 12 de agosto de 2009

Invitación a ser felíz

A lo largo de toda la historia el hombre se ha preguntado por su esencia misma. ¿Qué somos?, ¿Para qué estamos en este mundo? son cuestiones que siempre nos han inquietado. A resumidas cuentas cabe decir que la esencia del hombre, desde mi punto de vista, no es otra que el deseo de ser felíz. Ya lo había planteado Aristóteles con la eudaimonía (felicidad,posesión del buen daimon, de la buena suerte o del buen destino que engendra el bien-estar en el mundo). Si bien de esta noción han surgido múltiples interpretaciones y diversas éticas, comprendo que todo ser humano desea ser feliz antes que nada. ¿Quién quiere sufrir?, ¿quién quiere tener cancer o sida?, ¿quien quiere ver morir a sus hijos?,¿ quién está esperando con alegría la muerte tras una enfermedad asquerosa?, ¿quién quiere agonizar?. Preguntas que se responden por sí solas mientras las leemos.
La naturaleza humana nos dice de antemano que hay un paso ineludible en nuestro existir: la muerte. Heidegger hablaba del ser para la muerte. Es lo que somos. Seres para la muerte. ¿Es fácil admitir lo que somos, animales diminutos en un planeta también diminuto, que nuestro paso es efímero? No, no es fácil, por eso llevamos miles de años tratando de lidiar con ésto, y aún no aprendemos, ni aprenderemos ¿Por qué? porque siempre vamos a querer ser felices, pese a esta inexorable finalización de nuestra existencia. La felicidad, el deseo de gozar de la vida se nos antepone a la muerte. Sin ella nuestra existencia es absurda.
Pese a la dureza de lo planteado, el hombre sigue adelante, sigue estudiando, trabajando, perfeccionándose, cree en el futuro, confiamos siempre en un futuro mejor, apostamos por un mundo mejor, que aunque no podamos experimentar, porque la vida al final terminó siendo corta, queremos dejarle a nuestros hijos y nietos un mundo mejor que el que tuvimos como escenario mientras vivíamos.
Ahí radica nuestra belleza, lo que muchas veces escuchamos decir en un cuento o mito: "los dioses nos envidian", pues nuestra acortada vida nos da el preciado tesoro de la temporalidad, convertida metafóricamente, pero no tanto, en oro, y así, pues, nuestros actos a lo largo de los minutos y horas en esta vida, son preciados, sagrados.
Quien quiera entender ésto como una justificación o como una fundamentación pasajera de lo que no tiene remedio, está en todo su derecho. Cada cual es libre de interpretar su vida y valorar sus acciones.
Pero hay algo que no tiene discusión: somos efímeros, pero no intrascendentes. Darle un sentido a la existencia es para muchos, una fábula. Para otros tantos, el sentido de vivir felizmente vale, es necesario, indispensable e irrenunciable para todo hombre.
Tener a la mano doctrinas religiosas que nos enseñen que la muerte es un paso dentro de la misma vida, que es eterna, entendida bajo las leyes de Dios, y que vale la pena morir con esa esperanza prometedora, a gran parte de la humanidad le ha servido para salir adelante de guerras (personales, familiares, políticas, etc). Quien no estime tal propuesta, de todos modos, está invitado a valorar su vida como la de los demás seres de la naturaleza como si fueran sagrados. No hace falta ser cristiano, judío, islámico, budista, etc. para darnos cuenta que el tiempo es algo que se pierde, no se recupera, y vale la pena aprovecharlo.
Todos estamos llamados a ser felices. Todos somos humanos. A todos nos va a llegar la hora de partir. Pero no todos vamos a valorar nuestra existencia de la misma manera. Nadie tampoco pretende que así sea.

La errónea idea de un Dios castigador

Desde los comienzos de la historia del hombre ha existido siempre una relación de amor-odio con su "creador", llamémosle, Dios. Podemos ver en varios pasajes del Antiguo Testamento las numerosas pruebas a las que somete Dios al pueblo judío. Luego, los castigos a los infieles egipcios. Es decir, la relación del hombre con Dios era de amor y temor a la vez. A los hombres les preocupaba la ira de Dios. Ahora bien, podemos apreciar que todo ese panorama cambia en el Nuevo Testamento, y tal cambio radical se lo debemos atribuir nada más y nada menos que a Jesús de Nazaret. Este hijo del carpintero José se proclamaba "el mesías", el "enviado" de Dios a la tierra. Su misión, redimir los pecados de los hombres entregando su vida. Bien, ¿pero qué tiene que ver ésto con la imagen de un Dios castigador? Es que resulta que éste jóven llamado Jeshua venía a plantear una revolución, la revolución del amor. Luego de Jesús es absurdo pensar en un Dios lleno de ira contra su pueblo. Todo lo contrario, se describe en las escrituras el Padre como el amor en sí. El amor en sí no puede sentir ira por sus criaturas, pues los ha creado por amor. Sería, teológicamente hablando, contradictorio. ¿Por qué se produce este cambio tan radical luego de Cristo? Aparentemente, Dios envíaba a su hijo a la tierra para que éste limpie los pecados de la humanidad, para que de él los hombres aprendan la lección más importante: no se puede amar a Dios sino amas a los hombres. Esto produce un quiebre gigante, pues la propuesta aquí es la de reducir cientos de mandamientos a uno sólo que los resuma a todos. Sin duda que ésto produjo controversias, tantas que ese revolucionario de Nazaret fue cricificado como si fuera un delincuente. De todos modos vemos que aún hoy, aunque parezca mentira, sigue viva la intención: el único camino, ya sea para ir al reino de los cielos o (para los no creyentes) para vivir eternamente en paz, es el amor. ¿De qué amor estamos hablando? Maria Teresa de Calcuta lo definía a la perfección: "amar hasta que duela". La confianza ciega en los buenos resultados de ese amor que pueda resultar ser doloroso es sino la proposición moral más importante que pueda declarar un hombre. Más allá de todo credo, la ecuación funciona. Es importante tener consciencia de esto que se dice. No se puede amar a lo demás si uno no se ama a sí mismo, menos amar a Dios si despreciamos al que tenemos al lado. Entonces, aunque parezca una frase trillada de un sermón mediocre (de los que tanto estamos acostumbrados a escuchar), cuando decimos que la única salida a todos los problemas y crisis por las que estamos atravesando es el amor, pensemos dos veces antes de descartarla.
Lamentablemente mucha gente aún hoy sigue pensando que si actúa mal, Dios los va a castigar. Parece una frase que los papás les dicen a sus nenes para que se porten bien, pero quien conoce bien a más de 20 cristianos, lo puede atestiguar. Hay que revertir esa postura, hay que empezar a enseñarle a los jóvenes que la misericordia de Dios va más allá de toda burocracia eclesiástica o catequística. El paradigma del temor a Dios ya no sirve, ¿por qué no sirve? porque el hombre contemporáneo ve ridícula la idea de que es necesario sufrir para redimirse, lamentablemente el hombre de hoy no quiere comprometerse con un Dios que tuvo que hacerse hombre y sufrir, como hombre, para darnos el ejemplo. ¿Entonces, qué hacemos? Debemos tener en cuenta que ninguna indulgencia es más grande que la del mismo Dios. Teniendo eso en claro las cosas resultan más fáciles. Admitiendo que TODOS, somos llamados al reino de los cielos estamos comenzado a comprender la idea de ese joven revolucionario del amor que pasó por esta tierra hace más de 2000 años. Que su paso no haya sido en vano. Que su enseñanza no sea transgiversada. No malinterpretemos algo tan puro y sencillo.

Propósito

La búsqueda de un propósito en esta vida ha sido y es aún hoy un tema que no deja de cerrar sus puertas al debate. Todos los credos coinciden en que el pasaje por este mundo tiene que ver con un pretérito determinado, un porvenir ya dictaminado. Esto no quiere decir que seamos marionetas de los dioses, pero lo que dicta un propósito es el para qué de las acciones, y si hay un para qué, hay, pues, un fin en común. Tanto para el cristianismo como el judaísmo o el islamismo tienen en sí un mensaje claro y un fin al que deben apuntar todos los hombres: hacer el bien. Haciendo el bien uno se siente encaminado hacia el reino de los cielos. Bien, ésto es lo que nos dice la religión. ¿Qué hay de la ciencia? Ésta busca y encuentra constantemente respuestas a los interrogantes tanto prácticos como teóricos que el mismo hombre plantea. A veces las soluciones son exactas y hasta parecen ser irrefutables. ¿A qué viene ésto? A que no debemos olvidar que tanto la ciencia como la religión son creaciones humanas, por lo cual, sus resultados suelen ser cien por ciento afectados por la subjetividad. Al decir esto se esfuma toda objetividad posible. ¿Existe tal objetividad? Tanto las verdades reveladas por Dios como los resultados científicos de una prueba determinada no son más que interpretaciones, sino, creaciones del mismo hombre. ¿A qué viene ésto respecto al tema de si existe o no un propósito en la vida del hombre?. Vale aclarar que usualmente tomamos el término "propósito" como algo a lo que debemos llegar o para lo cual hacemos lo que hacemos. Ese concepto explicaría y hasta justificaría los modos de actuar de las personas. Esto puede ser grave o no dependiendo del propósito. No es lo mismo tener como objetivo eliminar una raza de la tierra (ideal de todo racismo, clasismo, etc) que el de lograr el cese de la contaminación en el planeta. Todo esto nos remite a una cuestión valorativa de lo que consideramos bueno o malo a la hora de imponernos un propósito.
¿Qué sucede con los escépticos? En este caso se piensa que la vida humana como todos las formas de vida son totalmente azarosas y que nada tiene que tener necesariamente una explicación que justifique las modificaciones de la naturaleza. Tomar una u otra posición es normal y es una acción racional de nuestra mente. Ahora bien, esto se torna más difícil cuando planteamos lo siguiente: ¿Es un propósito racional dar la vida por otra persona? sin duda que esto iría en contra de todo instinto humano por sobrevivir. Aquí es donde entran a jugar su papel crucial las determinaciones que llamamos afectivas o, si se quiere, espirituales.
Creer que somos un accidente en este universo o que estamos aquí para cumplir una función queda en manos de nuestra libertad de pensar. No son formas de pensar inseparables, que reclamen para sí la eliminación de la otra. Debemos aceptar y respetar lo que para los demás sea o no el propósito de vivir. Sin esta tolerancia no podemos convivir en paz.
Como dijimos anteriormente, cada proyecto de vida está apoyado en un sistema de valores. Si están en crisis los valores está seriamente comprometida la predisposición a imponernos metas. Ese es el problema actual, matrimonios que no duran, adolescentes que no saben para qué están estudiando, profesionales que odian su profesión, mujeres que deciden tener por cuenta propia, totalmente solas, hijos por inseminación artificial, etc, etc, etc. ¿Se ha perdido el horizonte que antes parecía tan claro ver?. Muchos dirán que sí, otros que no. A lo que vamos, ésto está sucediendo. Sea por creencias religiosas o simplemente por seguir con la tradición humana, se está perdiendo eso que llamábamos "el modelo a seguir". Hay tanta variedad y tan confusa de modelos, que los jóvenes adoptan al mejor postor (llamémosle fama, dinero, drogas, etc). Cómo es posible que el "jóven de antes" se quería llevar por delante el mundo, y el actual, se deja llevar por delante por él. Esto es increible. El daño que produce esta falta de parámetros morales parece ser irremediable.
Qué se hace con una juventud desorientada cuando éstos viven en una sociedad indiferente que en vez de querer corregirlos, ayudarlos mediante la enseñanza y limitarlos en su libertinaje (porque convengamos que siempre ha existido la necesidad de frenar los desenfrenos); lo que se hace es apañar todos sus vicios y publicitar todas esas conductas que los llevan a caer en un consumismo desorbitado que, a decir verdad, pareciera que les nubla la vista.
Aceptar que esto sucede es ya un progreso. Luego queda en nuestras manos querer o no cambiarlo. Una persona que no tiene claro el por qué o el para qué de sus acciones es un ser solitario, que convive con extraños que dicen ser sus familiares y amigos. No dejemos que ésto nos suceda. No perdamos el norte. Tratemos de ver más allá de lo que nos permite la rutina y los pesares cotidianos. El futuro de nuestra sociedad depende de lo que hoy hagamos con ella.

La raíz

La educación es la base que sustenta un país. Sin ella, en un mundo laboral tan competitivo como en el que vivimos hoy, es imposible pensar una seria inserción al mercado mundial. Ha sido a lo largo de la historia una de las instituciones más privilegiadas por su efecto sobre las sociedades. Aun así, podemos ver que el marco actual en el que se encuentra la educación argentina no es muy prometedor. ¿Qué ha sucedido con nuestra educación? Los jóvenes han escuchado seguramente que los conocimientos que adquirieron sus padres en la escuela son sumamente superiores al que ellos tuvieron ¿A qué se debe? Son demasiados los factores y tomarlos todos nos llevaría hacer un extenso trabajo de análisis. A lo que vamos en concreto es que sin duda se ha perdido la valorización que merece la institución educativa, sea cual fuere. Educar ha pasado de ser una inversión a ser un gasto. Esto debería ser inadmisible. Todo capital puesto al servicio de la educación trae réditos impensables. Es necesario que tomemos consciencia de esto, pues son nuestros hijos quienes padecerán tener que vivir en un mundo mucho más competitivo que en el que vivimos hoy, y para poder sobrevivir en él es necesario estar preparado. Un punto esencial del cambio generacional que se ha dado tiene mucho que ver con la postura de los "maestros". Antes el maestro ocupaba en la sociedad un papel sumamente importante, tal como el del médico o el político. Nuestros padres y abuelos no se cansan de decir que en su época los docentes eran "próceres". ¿Por qué ya no catalogamos así a los maestros? Se ha perdido la valorización hacia ellos y a su vez el incentivo social que tenían. Al desvalorizarse tanto una profesión se pierde el entusiasmo por querer invertir en ella. Estamos en el siglo XXI y debemos tener consciencia que un pueblo con deficiencias educativas no puede formar parte del mercado global y de la competencia laboral. Fuera de ello, nos hace bien como Nación ser un pueblo ilustrado, pues nos posiciona a nosotros mismos como conocedores de nuestros propios recursos y oportunidades. El ideal de Sarmiento debe revivir. Debemos luchar por no perder los valores que todas las instituciones educativas proveen a nuestros hijos. Un pueblo sin educación es un grupo de individuos a los cuales resulta fácil dominar. Ya lo decía Domingo Faustino Sarmiento: “Es la práctica de todos los tiranos apoyarse en un sentimiento natural, pero irreflexivo, de los pueblos, para dominarlos”.
La tarea de la recuperación valorativa, tanto en capital como en calidad, debe comenzar hoy. Este importante ámbito y base de toda sociedad debe ser la primera prioridad a la hora de discutir sobre balances y problemas de un país. Pensar en un futuro mejor es pensar en una mejor educación. Las próximas generaciones tanto de alumnos como de profesores reclaman a gritos esta reivindicación.
Hagamos valer nuestros recursos, invirtamos en el capital educacional, no le demos tregua a la lucha por un país educado y educador de otras naciones, como lo hemos sido durante tanto tiempo, y aún hoy, en las condiciones en las que estamos, en cierta manera lo seguimos siendo. Sábato, Favaloro, Borges, y cientos de grandes pensadores son nuestro orgullo a la hora de discutir si hemos o no logrado algo en el mundo del conocimiento. Retomemos la vieja postura, incentivemos al educador para que éste se perfeccione y se alineé con los demás profesionales del mundo, recuperemos el valor incalculable que tienen las instituciones educativas de todo tipo. Sin educación un país es como un árbol carente de raíz, un árbol seco que corre riesgo de estallar en llamas en cualquier momento. Cultivemos desde hoy los conocimientos que nuestros hijos adquirirán el día de mañana. Tarea que parece ser una frase bonita, pero es indispensable y necesaria. Es una ocupación que nos compete a todos como partes activas de una sociedad que nos pide a gritos participación.

¿Qué es un filósofo?

Mucho hemos oído acerca de los filósofos. Algunas categorizaciones erróneas pueden describirlo como el hombre que vive entre las nubes, siempre en un más allá idealizando lo que se ve en un "más acá". Pues ésta no es más que una descripción común y tremendamente incorrecta. Si usted se está preguntando: ¿qué es un filósofo? le propongo que se replantee la pregunta de la siguiente manera: ¿quién es aquél que se dedica su vida a preguntarse por el por qué de las cosas de la vida? La respuesta para una como para la otra será la misma. Decimos que quien filosofa no es el arquetipo de un hombre que piensa y se distrae en ideas abstractas que el común de la gente no comprende. No sólo no es cierto, sino que es todo lo contrario.
Etimológicamente, la palabra "filosofía" quiere decir "amor a la sabiduría" o "amor al saber". Y éste saber no es nada más ni nada menos que una construcción humana. Entonces, si decimos que el filósofo es un ser distraído que sólo contempla las ideas estaríamos hablando incorrectamente de él. Es el ser más atento a lo que le sucede al hombre, es quien decide hacer lo que los demás no pueden, sea porque no tienen tiempo o porque tal vez no estén acostumbrados a plantearse ciertas cuestiones. ¿Qué hace un filósofo? Pregunta, cuestiona, trata de llegar al fondo de todas las cuestiones. A veces es posible, a veces no. Sin embargo no se da por vencido y sigue preguntando. Ama el saber porque ama al hombre que piensa y lo trata de igual a igual, como si todos fuésemos filósofos.
¿Para qué nos sirven los filósofos? Es una pregunta interesante, pues estamos acostumbrados a medir las cosas por el valor práctico que tienen. Lo que no sirve lo tiramos. Necesitamos saber el para qué de las cosas. Quien enseña, estudia, escribe o dirige desde la filosofía lo hace para promover en todos los seres pensantes la facultad de la crítica. Si bien todos poseemos tal facultad, no todos la ejercemos. A veces es necesario que alguien capacitado nos haga reflexionar sobre cosas que por nuestros propios medios tal vez no logremos nunca plantearnos.
El mayor filósofo alemán de toda la historia, Immanuel Kant (1724-1804) define el período histórico de la "Ilustración" (segmento en el cuál el vivió y fue miembro activo de sus ideales) magistralmente: "La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía del otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia, sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! (¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!). La pereza y la cobardía son causa de que una gran parte de los hombres continúa a gusto en su estado de pupilo, a pesar de que hace tiempo la Naturaleza los liberó de ajena tutela (naturaliter maiorennes). Para esta ilustración no se requiere más que una cosa, libertad, y la más inocente entre todas las que llevan ese nombre, a saber, libertad de hacer uso público de su razón íntegramente" .
Sólo se puede pensar donde hay libertad. ¿Somos libres? Quien se considere libre debe hacer uso propio de su razón, actividad que le compete a cada uno como miembro de una sociedad que necesita pensarse a sí misma, replantear sus errores y que sea capaz de proponer y ejecutar soluciones.
Filosofamos cuando nos detenemos por un segundo en la rutina diaria de nuestra vida a pensar en el por qué y el para qué de las cosas que hacemos y de las que no. Replantear nuestra facultad reflexiva nos ayuda en nuestra individualidad a evaluar el sentido de nuestra vida, nos permite la apertura necesaria de escuchar a los demás en tiempos donde parece que nadie toma con seriedad lo que los demás dicen. La propuesta del filósofo es simple y hermosa, es una invitación para que todos pensemos por cuenta propia este mundo, y este pensar debe ir más allá de lo cognitivo, es el que nos hace miembros activos y fundamentales dentro de una sociedad determinada.

¿Qué se vota?

El viernes, 19 de junio de 2009 a las 19:21

Estamos en vísperas de elecciones y ya está a la vista de todos la bruma de la incertidumbre. Especulaciones, dudas, desinterés, en definitiva, resignación, forman parte de este momento actual donde ni jóvenes ni adultos se juegan por nadie. ¿Qué está pasando?, ¿Dónde ha quedado el entusiasmo cívico a la hora de ir a las urnas?.
A estas preguntas corresponden diversas respuestas. Que no hay propuestas serias, que los candidatos no son confiables, que la situación no va a cambiar mientras siempre estén los mismos funcionarios a la cabeza del poder, etc. Pero me atrevo a decir que hasta cierto punto todo lo planteado (si es que nos lo planteamos) está dentro del ámbito de lo "normal". Ahora bien, lo que está sucediendo es lo siguiente, existe un gran sesgo de la sociedad que se muestra totalmente indiferente a los resultados de las próximas elecciones. Se está promoviendo en muchos lados la opción del voto en blanco. ¿Qué es el voto en blanco? Es el voto de la indiferencia, el voto que todos creen que denota desprecio a los candidatos. Pero esto no es así. Votar en blanco no es sólo eso, es admitir y aceptar que cualquiera puede gobernarnos, que nos da lo mismo. Esto es terrible. No es una cuestión de indecisión. Esto ya pasa por otro lado, no estamos asumiendo nuestro lugar dentro de este vasto y complicado campo que llamamos sociedad. Nos estamos quejando de que nuestros funcionarios no operan como corresponde pero a la vez hacemos lo que les criticamos.
¿El problema es provocado por la falta de información? Contestar a esta pregunta con un sí rotundo es una falacia inaceptable, y más aun en los casos de los jóvenes. Éstos pasan las suficientes horas al día conectados en Internet, la fuente masiva de información más importante de la contemporaneidad. Y en el caso de los adultos, que más decir, ellos más que nadie deberían saber a quién se vota, pues esta generación de candidatos pertenece desde hace ya mucho tiempo a la realidad política de la provincia.
Si el problema no es la falta de información, sino más bien un exceso de indiferencia por parte de los votantes, la solución no la vamos a encontrar criticando a los medios o a los políticos sino más bien a nosotros mismos como ciudadanos.
El sistema democrático nos da opciones. Votar en blanco es una de ellas. Pero en momentos de crisis y de incredibilidad, es necio y absurdo tirar por la borda nuestra posición civil, que es la que nos permite decir "acepto este proyecto y no aquél otro". Al impugnar el sufragio estamos declarando manifiestamente lo siguiente: "me da lo mismo este proyecto o aquél otro". Luego, si tomamos tal decisión, nos será más difícil criticar al poder cuando éste se equivoque, pues nosotros mismos con muestra neutralidad ciudadana lo hemos propiciado.
Es una contradicción velar por la democracia y al mismo tiempo despreciar nuestro derecho de elegir nuestro destino como Nación.

La indiferencia de los hombres "buenos"

Es fácil notar que en la historia del hombre hay ciertas constantes con respecto a su conducta. Criminales, pacifistas, gente con hambre, ricos, pobres, sanos y enfermos hemos habitado desde hace ya mucho tiempo este plantea. Ahora bien, a lo que vamos es a lo siguiente: ¿Qué nos hace actuar de una manera y no de otra? Siempre existieron límites que el hombre se ha impuesto a sí mismo, ya sea en el nombre de la justicia humana o divina, que nos dicen qué es correcto, bueno y qué es malo, perjudicial.
Llamo a este conjunto de límites valores. Estas normas nos dictan la manera deseable de comportamiento, las pautas acerca de lo que es propicio o no hacer, decir o pensar. Una postura nos dirá que tal demarcación es impuesta, otra, que es parte de la naturaleza humana la capacidad de decidir qué es bueno o malo.
Claro está que existen ciertas reglas impuestas por la sociedad, por la cultura. Por ejemplo: hoy en día sería impensado castigar a un ladrón o a un criminal clavándolo en la cruz, como lo hacían en los tiempos los césares. Hoy se enjuicia y se encarcela en una prisión al que merece un determinado castigo por sus actos. Estamos comparando dos sistemas de valores totalmente distintos. El gobernador romano hacía lo correcto dentro de los límites judiciales de su época, en otras palabras, cumplía con su deber. Todo esto nos lleva a preguntarnos lo siguiente: ¿Matar a una persona, sea cual fuere el motivo, es un valor negativo universal en la historia del hombre? Unos responderán que siempre ha sido un acto inaceptable de la naturaleza humana. Otros dirán que depende de la época desde la que se juzga tal suceso.
¿Quién decide entonces lo que es propicio y lo que es inaceptable? El sujeto mismo, el colectivo de individuos de una determinada época. La comparación de sistemas de valores en distintos momentos de la historia es inconmensurable.
Muchas veces escuchamos que ante tal o cual desgracia la gente dice: "esto es un castigo divino", o sino, "¿Dónde está Dios?". Hoy en día tal vez no sea tan frecuente tal pregunta, pues convengamos que vivimos en un mundo que día a día se está secularizando cada vez más. Pero es cierto que cuando suceden crisis el hombre necesita apoyarse en algo: ya sea la religión, la justicia, el bien común, etc, que no son más que instituciones que proveen al hombre de ciertas "seguridades" regidas por valores y reglas determinadas.
En esto juega un papel fundamental la educación, tanto en la escuela como en la familia. El ser humano aprende desde aproximadamente a los siete años de edad la distinción entre lo que es bueno o malo en el seno familiar. Luego la escuela y posteriormente la universidad se encargarán de formar al sujeto, quien decide o no aceptar las normativas impuestas por tales instituciones sociales. Somos libres de actuar, de respetar o no tales límites, pero estamos condicionados por las consecuencias de nuestra libertad. Quien opta por usar drogas, es consciente de las repercusiones que puede traerle tanto en la salud como en su libertad civil (aunque hoy en día eso se está flexibilizando cada vez más).
Lo importante de todo esto que estamos diciendo es que somos capaces, mediante nuestra consciencia, de discernir lo que nos conviene y lo que no situándonos en el tiempo en el que vivimos. Tenemos la libertad de aceptar o no lo que se nos impone como adecuado o inadecuado. ¿Qué sucede cuando se nos prescribe que algo es correcto y en nuestra subjetividad (nuestro pensar) no coincidimos? Por ejemplo: si se nos dice que un matrimonio gay tiene derecho a la adopción de un niño vemos claramente cómo van a surgir las controversias. Un sector dirá que éso no es una familia hecha y derecha, y otro, que es necesaria la pluralidad y que todos los seres humanos tenemos los mismos derechos y garantías. Tal contraposición de opiniones es sana, quiere decir que todavía somos capaces de dudar, de pensar y de criticar aquello que se nos muestra como "lo normal".
En la sociedad actual claro está que no se puede vivir sin tolerancia. Estamos llamados a pensar lo que nos sirve como sociedad, lo que nos corresponde como ciudadanos. Es un deber necesario plantearnos cómo estamos educando a nuestros hijos, qué valores y qué límites les estamos traspasando. El ser social no es sólo un individuo dentro de un grupo donde unos mandan y otros obedecen, eso formó parte de otra época. Ahora debemos situarnos en la responsabilidad que conlleva ser miembros activos de una colectividad, sea cual fuere. Todos ocupamos un lugar dentro de este "campo" que llamamos sociedad, y la función que desempeñemos es importante, tanto para uno mismo como para los demás componentes.
El sólo hecho de asimilar que somos miembros activos de la sociedad ya es un avance en estos tiempos donde parece reinar la indiferencia, y lo que es peor, la indiferencia de lo hombres "buenos".

¿Dónde están las armas de la crítica?

Anteriormente habíamos notado la influencia de los medios de comunicación sobre la conciencia de sus receptores y de qué modo la adormecía. Para completar dicha idea, es necesario decir que no sólo los medios masivos de comunicación son agentes que aportan a la gente una opinión impuesta, pues eso sería una falacia, sino más bien lo importante aquí es destacar la falta de crítica por parte de los receptores de la información, sea cual fuere.

¿Adonde queremos llegar con esta idea? A que tanto la tv, la radio, los diarios como el conocimiento científico, literario, filosófico, popular, etc.. puede adormecer la conciencia de quien se "informa" no porque ese sea su función u objetivo, sino por la carencia en nuestro pensamiento de las "armas de la crítica". ¿Qué son dichas armas? Son las disposiciones del pensamiento que nos permiten afrontar la realidad, no como dada, sino explicada de acuerdo a su contexto, a su función, es en definitiva el dispositivo que nos permite dudar de lo que se nos presenta como "real". ¿Hay que dudar de todo? Todos los extremos son incongruentes, pero sí es necesario tener en cuenta que el mismo concepto de "realidad" no es más que una construcción subjetiva, histórica, en definitiva, un concepto que va mutando a lo largo de la historia. ¿Cómo explicamos ésto? De una manera muy sencilla: lo que era ciencia o conocimiento confiable en la antigüedad, no lo fue en la Edad Media, y de la misma forma, lo que era cierto y digno de ciencia en el medioevo no lo es ahora. Ya no curamos enfermedades con magia, la alquimia no es portadora de una fuente segura de datos con los cuales podamos hoy resolver nuestros problemas, y así se pueden citar muchos otros ejemplos.

A lo que queremos llegar es que pareciera ser que el hombre post-moderno, nosotros mismos, no somos capaces de tomar conciencia de dichos cambios de manera práctica. No nos detenemos a pensar en que lo que hoy es cierto, verdadero, ciencia, o como quieran llamarle, en unos cincuenta años ya no lo será, al menos, no por completo. Por supuesto que hay construcciones teóricas que se mantienen en el tiempo porque funcionan, sirven, pero no lo son todas.

Tomar y creer dogmáticamente lo que dice una investigación científica es lo mismo que señalábamos con anterioridad acerca de hoy pareciera que no podemos producir conocimiento, sino solo repetir opiniones. Dudar es sano, hasta lo que la prudencia y el sentido común indica. Esto es claro, ¿Acaso no les ha sucedido que en el pasado los médicos prescribían antibióticos que hoy, según lo que la ciencia declara, son nocivos? Entonces, ¿Todo es mentira? Por supuesto que no, sería ridículo vivir en semejante escepticismo, pero por lo menos la propuesta está planteada: la dogmatización de lo que las instituciones, medios de comunicación, comunicados científicos, etc. no es sana, nos estamos quitando una facultad que sólo a nosotros los humanos nos corresponde, que es cierta apertura a que nuevas cosas puedan surgir para mejorar nuestra calidad de vida, o incluso, reconocer que lo que en el pasado se decía o hacía aún funciona para algo.

Este planteo puede ser interpretado como una visión relativista de la realidad. Pues no es así. Es una mirada crítica, práctica, que nos abre los ojos a nuevas posibilidades de ver la realidad, pero por nuestra cuenta, creando nosotros mediante nuestro juicio las valoraciones que creemos necesarias para interpretar la realidad en la que vivimos, no dada por el noticiero de la tarde ni por opinólogos. Esto nos tiene que servir para no darle más cita de autoridad a ese aparatito que no se apaga durante el día ni la noche en nuestras casas, para no hacer "palabra santa" de lo que se dice en revistas de ciencia y medicina, sino para poder darnos cuenta de lo capaces que somos de comprender por nuestros medios qué tan acertados y útiles son tales conocimientos.

Lo mismo y lo nuevo

Seguramente todos hemos tenido alguna vez en la vida la oportunidad de conversar con una persona que ha superado el límite de la edad adulta, y más de una vez escuchamos la frase "el mundo en el que yo viví era otro". Una aserción muy popular y difundida la que acabamos de dar. ¿El mundo era otro? Es ridículo plantear en términos empiristas esta cuestión (salvo desde el aspecto ecológico, físicamente, el mundo no era otro), pero, si nos situamos en el nivel de la realidad podemos dudar. Las realidades sociales, políticas, económicas son aspectos muy cambiantes y si podemos corroborar que el mundo en el que vivimos hoy no es el mismo que en el que se vivía hace apenas cincuenta años.
¿Qué cambió? Cambiaron las formas de ver los aspectos de esta complicada red de relaciones que llamamos vida. Y a propósito de ello analicemos lo que en sí es y fue y cómo fue cambiando la consideración de dicho concepto. ¿Vida en la década del 50' es lo mismo que "vida" en el año 2009? Yo creo que no. Y voy a dar un ejemplo de ello. Apartándome de las valoraciones religiosas u éticas podemos decir que, sea cual sea la opción de vida del individuo que vivió hace más de un lustro el tema de interrumpir un embarazo era totalmente inaceptable. Es más, era normal que la mujer perdiera la vida en el proceso del parto. Hoy claramente vemos que se ha producido una inversión; día a día se fortalece más la posición que defiende la vida de la madre antes que la del feto. Algo cambió, al menos en eso, no hay duda de ello.
No sólo la consideración del concepto vida, sino muchos otros pueden ser traídos a propósito del tema planteado: cambia lo que es cierto, verdadero, seguro y confiable, lo que es bueno y saludable, lo que es conveniente, lo que es sagrado, lo que es profano, cambian los ideales, los proyectos de vida, los objetivos, la rutina, las ideologías, y así puedo seguir enumerando incansablemente ejemplos.
¿Qué cosas se mantienen en el tiempo? La verdad es que es todo un desafío decirlo rotundamente, pues la realidad está compuesta por matices y se nos escapan de las manos y de las palabras muchas cosas. Al decir ésto afirmamos que la red que engloba lo real es más flexible de lo que creemos. ¿Qué podemos afirmar que tenemos en común con nuestros abuelos en cuanto pensamiento, valoraciones, verdades? Hay una posición que responderá, por ejemplo, que tanto para ellos como para nosotros, matar es un hecho injustificado y con una raíz irracional. Pero ¿podemos afirmar con rigidez que esa proposición es así sea cual sea la época en la que uno vive? No y rotundamente no. El filósofo José Pablo Feinmann constantemente nos remarca el carácter racional que tuvieron los atroces hechos del holocausto judío llevado a cabo por el régimen nazi, la justificación que dicha posición ideológica tenía acerca de dichos asesinatos estaba planteada desde un plano plenamente racional, aceptado por conceso y hasta bien visto por algunos enfermos mentales (con el respeto que dichas personas discapacitadas merecen) aún hoy existentes (desgraciadamente).
¿Qué cambia?, ¿qué se mantiene en el tiempo?, ¿mejoramos en algunos aspectos y no en otros?, ¿avanzamos y retrocedemos?. La forma de ver el mundo, desde cierto punto de vista, cambia, desde otra visión, hay conceptos y pensamientos que se mantienen. ¿Cómo lo sabemos? No a ciencia cierta, pero todos sabemos que hay rasgos comunes tanto en el hombre del siglo V a.C hasta el perteneciente a la era cibernética: guerras, hambre, enfermedad, ricos y pobres han convivido siempre en este planeta, son parte de nuestra naturaleza humana, de nuestra finitud en la historia del universo. Sin duda que se han atenuado ciertas cosas y se han agravado otras. Cambió el valor de la vida humana hasta el punto de que hoy nos preguntamos si está bien o mal decidir si tal o cual merece vivir o no, dilema impensable para el hombre de la antigüedad. Cambió la función del hombre respecto de la historia, ya no es Dios quien la escribe por nosotros, sino el hombre mismo, quien dejó de encontrar respuestas en el plano trascendente y salió en búsqueda de nuevos mundos, nuevas verdades, descubiertas ahora por el pensamiento humano y no por la revelación divina. Cambiaron las formas de gobernar, los prejuicios acerca de quien es apto para ejercer un cargo público, se fue ampliando el campo profesional, cambió la función de la educación, el para qué estudiar no es el mismo que se planteaban nuestros antepasados, el para qué vivir tampoco.
Sin duda éste es un tema del cual se pueden hacer varias pausas y detenernos en millares de problemáticas que plantea. Pero el sólo hecho de detenernos un segundo a pensar algo tan humano como ¿qué estamos haciendo con nuestra vida?, ¿para qué hacemos lo que hacemos a diario?, ¿por qué luchamos? o también ¿por qué dejamos de luchar? son todas cuestiones replanteadas a lo largo de la historia del hombre y en especial del pensamiento que no van a dejar nunca de dar vueltas mientras exista una consciencia crítica que se anime a preguntarse por ellas.

¿Existes des-asombro?

El hombre se asombra. ¿De que te asombras? De la muerte? acaso no siempre te acompañó? del hambre en el mundo? pobreza hubo siempre... de las injusticias? el hombre rara vez fue justo, te asombras de la guerra? cuándo el hombre no estuvo en una?, te asombras del crimen? de la maldad? de la codicia? vamos, que fuimos creados con esas cosas!, te alegras al ver alguien haciendo el bien?
¿hombre, como es posible que tu historia se repita una y otra vez y no lo notes? acaso no te das cuenta que te asombras por cosas de las cuales ya deberías haberte des-asombrado hace rato? pero aun así te asombras. no comprendo, parece inevitable, instintivo, natural en ti, el asombro por lo mismo, siempre.
y te asustas? vale que ya sabes como termina el final de la película de todos los mortales, y aun así, rezas, te arrodillas y lloras, te desesperas y te ahogas en tus propios mocos. cómo lo haces? sé que no es ficción, realmente te conmueves siempre por lo mismo.
hombre, tu tiempo es para ti oro, para mí, nada, y aún así puedes darte el lujo de contemplar, apreciar, llorar y reír, sentir y lamentar, recordar y aun así, sabiendo lo que depara tu destino funesto, te asombras.
cómo lo haces? nunca lo sabré, y tal vez tu tampoco, es un enigma que paradójicamente no se resuelve.
el mal te acosará una y mil veces, lo conocerás fielmente y hasta verás su rostro, pero cada vez que se te presente, tú, como un niño te angustiarás, lucharas, y te asombrarás.
como lo haces? nunca lo sabré

"La TV nos aliena, es lo mismo que decir, la TV nos estupidiza

Seguramente más de una vez hemos escuchado la palabra "alienación". Más allá del significado que le dió Hegel, Marx, Feuerbach, entre otros, me animo a decir que es el "adormecimiento de la consciencia".
Adormecimiento ante ciertos factores que nos presionan el pensamiento hasta dejarlo NULO. Una vez logrado eso, las personas no somos más que repetidores de pensamientos externos.

¿A qué viene este planteo? Muchos me han preguntado por qué estudiar filosofía. Bueno, mi respuesta, lejos de ser soberbia, es esta: Porque me quiero animar a pensar por mi cuenta, a crear mi propio pensamiento (con la dificultad que eso implica) sin que la TV, los diarios, las revistas, la radio, internet, ni ningún otro medio masivo de comunicación me indique lo que debo razonar. Sin duda que la filosofía no es el único medio de liberación ante tal ataque a la consciencia, pero es el que yo elegí.

Querer pensar hoy, aunque parezca una estupidez decirlo, es muy difícil. ¿Cuántas personas conocés por día que te digan algo autñentico, algo que les sale de su propia subjetividad y que no tenga nada que ver con lo que dice un tal Tinelli, Bukay (no se si se escribe así ni me interesa) una Susana Gimenez o (ojo con este exponente del pensamiento argentino) Jorge Rial? Pocas realmente, al menos yo.
Animarse a pensar es animarse a vivir libremente. sin cadenas en nuestra libertad de razonar somos dueños de nosotros mismos.

Digo todas estas cosas porque justamente porque veo gente adulta, a quien parece la experiencia no servirles de nada. Porque veo una juventud sin "candidez" revolucionaria (signo propio de los hombres y mujeres en la pubertad, no hablo de idealismo, es ciencia), todo ello porque se respeta más lo que dice un imbécil en un noticiero de la tarde que lo que pueda llegar a decir un "desubicado" (porque eso es lo que son las personas que piensan originariamente hoy en día) que se anima a pensar por su cuenta.

¿Sos libre de decir lo que quieras? ¿Sos libre de pensar lo que quieras? ¿Sos libre de oponerte al régimen vigente de la estupidación masiva de los medios masivos de comunicación? ¿Elegís con plena libertad lo que crees cierto, verdadero?
Esto no es nuevo, los hombres con libre pensamiento en serio, esos que se animaron a ir en contra de la corriente, esos que se dieron cuenta que la realidad no es la que le pintaban, sino la que se animaron a ver, todos ellos terminaron igual. L es doy ejemplos: Sócrates (lo mataron), Jesús (lo mataron), Nelson Mandela (lo persiguieron), Martin Luther King, Ghandi, y asi puedo seguir indefinidamente.
Para pensar hay que ser libre. bueno, vivimos supuestamente en democracia. ¿Somos libres? Claro que no, y nunca lo seremos porque desde que existe la humanidad existe la mediocridad, esa que se va a encargar de perseguir, torturar, encarcelar y humillar a todo aquél que piense diferente. Ahora te pregunto, ¿te animás?