miércoles, 12 de agosto de 2009

La raíz

La educación es la base que sustenta un país. Sin ella, en un mundo laboral tan competitivo como en el que vivimos hoy, es imposible pensar una seria inserción al mercado mundial. Ha sido a lo largo de la historia una de las instituciones más privilegiadas por su efecto sobre las sociedades. Aun así, podemos ver que el marco actual en el que se encuentra la educación argentina no es muy prometedor. ¿Qué ha sucedido con nuestra educación? Los jóvenes han escuchado seguramente que los conocimientos que adquirieron sus padres en la escuela son sumamente superiores al que ellos tuvieron ¿A qué se debe? Son demasiados los factores y tomarlos todos nos llevaría hacer un extenso trabajo de análisis. A lo que vamos en concreto es que sin duda se ha perdido la valorización que merece la institución educativa, sea cual fuere. Educar ha pasado de ser una inversión a ser un gasto. Esto debería ser inadmisible. Todo capital puesto al servicio de la educación trae réditos impensables. Es necesario que tomemos consciencia de esto, pues son nuestros hijos quienes padecerán tener que vivir en un mundo mucho más competitivo que en el que vivimos hoy, y para poder sobrevivir en él es necesario estar preparado. Un punto esencial del cambio generacional que se ha dado tiene mucho que ver con la postura de los "maestros". Antes el maestro ocupaba en la sociedad un papel sumamente importante, tal como el del médico o el político. Nuestros padres y abuelos no se cansan de decir que en su época los docentes eran "próceres". ¿Por qué ya no catalogamos así a los maestros? Se ha perdido la valorización hacia ellos y a su vez el incentivo social que tenían. Al desvalorizarse tanto una profesión se pierde el entusiasmo por querer invertir en ella. Estamos en el siglo XXI y debemos tener consciencia que un pueblo con deficiencias educativas no puede formar parte del mercado global y de la competencia laboral. Fuera de ello, nos hace bien como Nación ser un pueblo ilustrado, pues nos posiciona a nosotros mismos como conocedores de nuestros propios recursos y oportunidades. El ideal de Sarmiento debe revivir. Debemos luchar por no perder los valores que todas las instituciones educativas proveen a nuestros hijos. Un pueblo sin educación es un grupo de individuos a los cuales resulta fácil dominar. Ya lo decía Domingo Faustino Sarmiento: “Es la práctica de todos los tiranos apoyarse en un sentimiento natural, pero irreflexivo, de los pueblos, para dominarlos”.
La tarea de la recuperación valorativa, tanto en capital como en calidad, debe comenzar hoy. Este importante ámbito y base de toda sociedad debe ser la primera prioridad a la hora de discutir sobre balances y problemas de un país. Pensar en un futuro mejor es pensar en una mejor educación. Las próximas generaciones tanto de alumnos como de profesores reclaman a gritos esta reivindicación.
Hagamos valer nuestros recursos, invirtamos en el capital educacional, no le demos tregua a la lucha por un país educado y educador de otras naciones, como lo hemos sido durante tanto tiempo, y aún hoy, en las condiciones en las que estamos, en cierta manera lo seguimos siendo. Sábato, Favaloro, Borges, y cientos de grandes pensadores son nuestro orgullo a la hora de discutir si hemos o no logrado algo en el mundo del conocimiento. Retomemos la vieja postura, incentivemos al educador para que éste se perfeccione y se alineé con los demás profesionales del mundo, recuperemos el valor incalculable que tienen las instituciones educativas de todo tipo. Sin educación un país es como un árbol carente de raíz, un árbol seco que corre riesgo de estallar en llamas en cualquier momento. Cultivemos desde hoy los conocimientos que nuestros hijos adquirirán el día de mañana. Tarea que parece ser una frase bonita, pero es indispensable y necesaria. Es una ocupación que nos compete a todos como partes activas de una sociedad que nos pide a gritos participación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario