viernes, 29 de enero de 2010

"El secreto de mis ojos"

Fantaseo un poco y me imagino yo, viejo, sentado en un café de una bonita ciudad con un amigo que me pregunta por vos. Resulta que mi amigo no te conoce, y pocas veces me ha oído hablar de vos, quiere saber como has sido todos estos años. Tomo mucho aire y suspiro, antes de contestar, pienso mucho y me cuesta decirle a este hombre lo que él quiere escuchar.


La dificultad radica en que si bien llevamos ya 45 años juntos, te sigo viendo todos los días como la niña de 18 años que conocí en aquella fiesta. Tu cara está llena de surcos, y aunque ya no ríes tanto, de vez en cuando me regalas una carcajada cuando hablamos de boberías. Si bien han pasado los años tu piel no ha perdido su inmensa suavidad y ese olor que sólo vos podes tener. Nuestra vida ha sido difícil y te han rodeado mil motivos para dejarte desvanecer en la tristeza, pero aún hoy me miras como aquella primera vez que me dijiste que me amabas estando en mi coche, en la entrada de tu casa en una madrugada maravillosa.

Pienso en las cinco mil discusiones que tuvimos en plena juventud y en lo mal que nos hicieron, pero no sé por qué, al recordarlas, se me hace una mueca, se dibuja en mi cara una sonrisa de haber vivido esos perros momentos y poder recordarlos con agrado me llena de orgullo. Orgullo porque nos hemos demostrado mutuamente que pudimos afrontar los desafíos de llevar adelante una vida juntos.

Ya no pierdo el tiempo repasando tus defectos, he aprendido a quererlos y a considerarlos necesarios. Cuando pienso en todas esas conversaciones tirados los dos en la cama en una noche de verano me viene a la mente cada uno de los proyectos que surgían sobre ese viejo colchón.

Me has acompañado heroicamente a través del tiempo y, aunque yo pensaba que me habías perdido de vista, siempre estuviste ahí, aunque estuvieras ausente y callada. Es que tu silencio siempre dijo más que tus palabras. Aprendí a decodificar tus pausas y tus misterios. Todavía me equivoco a la hora de adivinar que piensas, pero sólo que ahora en vez de sentirme frustrado me alegra que a nuestra edad todavía queden cosas por descifrar. Siempre fuiste un cofre profundo con cosas guardadas en el fondo. Lo bello es que cuando yo me doy por vencido y me canso de buscar en él, sin quererlo, a vos se te escapa lo que querías guardar.
De jóvenes me decías que yo sería el "malo" con nuestros hijos, no puedo evitar reirme mientras escribo, pues nuestros hijos respetan y obedecen todavía lo que les dices, y a mí recurren cuando los desaprobás. Es que si bien no has perdido la dulzura, tampoco has perdido la capacidad de mando, y hoy, con 63 años seguís teniendo la autoridad que tenías a los 30. Y yo me siento el hombre más afortunado del mundo por haber encontrado una madre como vos para nuestros hijos.

Siempre me dices que no te deje sola, todavía le tenés miedo a la oscuridad y a la muerte. Has logrado que me sienta un héroe, siendo un viejo arrugado, sólo por acompañarte a buscar agua en la cocina en medio de la noche.

Nuestro amor fue siempre algo especial y enigmático, todavía nos preguntamos qué fue lo que nos unió por tanto tiempo. Nunca nos lo decimos, pero se que lo pensamos. Y sin embargo, si tuviéramos que volver al 2008, nos encantaría volver a encontrarnos.

No me dejás escribir cosas tristes, ni yo te dejo ver las noticias. Sin embargo cada uno hace lo suyo a escondidas del otro. Somos dos adolescentes que todavía están aprendiendo a quererse ya queriéndonos.
No voy a olvidar nunca cuando tuvimos al niño, vos todavía estabas internada y cansada, y mientras él dormía me decías: "no lo puedo creer, es mío!!!" jaja y yo te contesté: "nuestro, querrás decir", a lo que muy seria respondiste: "las pelotas, mío mío mío". Dejaste de pensar ya en nosotros dos para pensar en ustedes dos. Por un tiempo pensé que te habías olvidado de mi existencia, hasta que un día me dijiste, al verlo caminar: "mirá, el nene arrastra los pies como vos, que rico".

Estoy parado a pocos pasos del umbral que delimita el fin de la vida con lo vivido, y ahí estas, tirándome del saco hacia tus brazos, diciéndome "ni se te ocurra morirte", orden que me encantaría obedecer, pero ineludiblemente algún día desobedeceré. Te apena pensar en eso, a mí también, pero miramos para otro lado y seguimos viendo qué hacer con la cocina que me hiciste remodelar unas siete veces, o me llevás al jardín y me proponés plantar todo tipo de flores exóticas de esas que te gustan, o me preguntás "¿qué me vas a cocinar de rico hoy?" y así, de a poco, nos vamos olvidando de lo que nos pone tristes.

Todo eso se me pasó por la cabeza, y parecía que el tiempo se había detenido en aquél café, mi amigo todavía espera una respuesta y yo exhalo y le contesto: no me imagino mi vida sin ella, he tratado, pero no puedo, me encuentro ante un abismo lleno de nada. Es lo mejor que me pudo pasar en la vida, mi mejor riesgo, mi mayor inversión, mi apuesta más grande, que hoy puedo decir que gané más de lo que puede tener un ser humano al haberte conocido. No hizo falta decirle lo maravillosa que habías sido durante todos estos años, sólo me miró y notó en el brillo de mis ojos la felicidad que sólo vos me pudiste dar.

miércoles, 20 de enero de 2010

Busqueda necesaria de contrarios



No hace falta ser un intelectual para darse cuenta de que en nuestro país carecemos de una fuerte oposición política. Cuando digo "fuerte" no me refiero a una oposición que se levante con armas, eso es claro que ya no funciona en los tiempos que corren. Estoy hablando de un partido que en una situación electoral pueda hacer frente al partido oficialista, no con un insignificante porcentaje, sino que refleje en los resultados de las urnas la diversidad de opciones que pueda tener el país. Desde el presente resulta claro que para las próximas elecciones todo candidato que se muestre como posible contrincante al oficialismo carece de apoyo masivo y tiene en sobreabundancia una dosis de desconfianza que da temor. ¿Por qué será que nos ligamos a una facción política y nos autoconvencemos de que sólo ellos pueden sacarnos adelante? ¿No alcanzan las incesantes decepciones de los últimos 25 años?
Vamos a ser claros: desde la restauración de la democracia el pueblo argentino ha demostrado y sigue demostrando que sólo puede convivir y sentirse "comodo" bajo el mando de toda facción que provenga del peronismo. El partido radical sin dudas ha tenido logros inconmensurables, pero sigue siendo blanco de críticas infundadas basadas en prejuicios de una sociedad conformista que prefiere seguir bajo el yugo del mismo sistema antes que arriesgarse al cambio. He nombrado el radicalismo no porque sea la mejor opción, que hoy, a decir verdad descepciona y mucho, sino que es es al menos el "representante" de la oposición que hasta hace 10 años tenía su voz presente y respetada tanto en las calles como en el congreso.




El miedo al cambio tiene su explicación: la gente no es estúpida y sabe muy bien lo que le conviene. ¿Cuál es el problema? Es el siguiente: lamentablemente el pueblo argentino ha decidido tomar (ya desde Perón en adelante) una metodología política conformista que brinda una sensación de estabilidad y bienestar para muchos y de persecución y tortura para otros. El torturado en este país, bajo el modelo que acabo de nombrar, es nada menos que el asalariado que no depende del Estado y todo aquel pequeño y mediano productor que debe luchar día a día para subsistir contra los embistes de un gobierno que parece estar mandado a ir en contra del sentido común, y lo que es peor, del bien común.
La metodología de brindar incesantemente bienes, servicios, salarios, educación, salud, justicia, etc. sólo al sector carenciado de la población es morbosa. 



Considero que la estategia de usar el lema "igualdad" o, más literalmente, "re-distribución justa de la riqueza" para hacer todo lo contrario nos ha llevado (y mientras escribo nos sigue llevando) a caer cada vez más en el abismo de lo incivilizado y caótico, característico de los pueblos que no han aprendido todavía a emanciparse de Estados externos y de intereses personales que nada tienen que ver con el fin último de toda política: la búsqueda del bien común.

Argentina no sabe lo que es ver a su presidente confrontando en el congreso las opiniones de los opositores. Se sigue gobernando como en la época de Julio Cesar, en la que era absurdo ser opositor, ello implicaba la muerte. No de manera tan explícita pero sí al fin y al cabo, sucede esto en nuestro país. Es lamentable, estando en el 2010 que estas cosas sigan sucediendo.




Todos aquellos que pensamos la realidad actual sin las bendas en los ojos de los subsidios de por vida que brinda este "Estado benefactor" buscamos una voz que represente el hartazgo que sentimos al ver como se desmorona el país en el que vivimos. Necesitamos candidatos que promulguen que los subsidios de por vida (y post mortem también) a cambio de nada deben ser eliminados, que la educación sea un modelo rentable, una inversión y no un gasto. Lo ideal sería que en las próximas elecciones algún partido condene la política que en estos últimos 8 años ha torturado a los inversores nacionales.




He aquí el problema: nuestro país cuenta con una cantidad considerable de ciudadanos que no van a votar tal propuesta, y eso es respetable, porque es necesario que existan diferencias, pero, como decía, el problema yace en que la desvalorización de los puntos anteriores se va a fundamentar en argumentos absurdos y comunes que sostienen que éste país sólo puede ser gobernado por tal o cual partido (peronismo, justicialismo, frente para la victoria, etc..) No es conveniente postularse a presidente y anunciar que se acabaron los subsidios absurdos, alentadores de la vagancia y de la delicuencia. El tipo que diga estas cosas no va a ganar, como el tipo que dice lo que yo digo recibe severas críticas e insultos por lo que piensa.




¿Qué hacemos, entonces, cuando vivimos en un país cuyo germen ya instalado hace más de 50 años, se ha convertido en una enfermedad crónica? Los anticuerpos son débiles, la infección es agresiva y la sangre se pudre día a día.
Espero que algún día podamos entender que el camino a seguir es el opuesto al que venimos soportando (muchos otros disfrutando). Fomentar la abulia destruye el futuro. ¿Cómo llegamos al punto de considerar que el trabajo es la peor opción? ¿cómo fue que perdimos la verguenza de ser mendigos? ¿por qué consideramos una gracia, o un don el hecho de sacar provecho de todo aquello que va en contra de la honradez?.




Marx confiaba que algún día la historia y su dialéctica iban a provocar el paraíso obrero. Eso nunca sucedió, y eso que la clase proletaria es considerablemente populosa y extensa. Algunas personas piensan que las cosas van a cambiar porque la historia está destinada a rodarse en la dialéctica de los contrarios. Eso es un grave error. Los contrarios existen, pero ello no garantiza cambio alguno. Es que mientras sigamos en la posición pasiva que sostiene que la historia hace al hombre y no al revés nunca llegaremos a ver mientras vivamos tales rupturas.
Vivimos en un tiempo en el que es tentador sentirse descepcionado. La realidad nos pega en la cara, y fuerte. Pensar en un cambio, aunque sea paulatino, es casi un acto de fe religiosa. De todos modos los invito a reflexionar sobre lo siguiente: interpretar al mundo es sumamente valioso, pero lo importante es cambiarlo (Tesis 11 sobre Feuerbach). ¿Cómo? De todas las maneras posibles, todas menos una: la pasividad, el desasosiego, el sentirse derrotado ante la avalancha de injusticias diarias. Nadie puede decir que la vida es simple, fácil. Quien realmente se anima a pensar, independientemente de lo que nos vende la televisión, debe ver esta situación como un desafío. El ser humano se caracteriza por luchar, está en su naturaleza hacerlo. Cada uno desde su lugar puede aportar una dosis de racionalidad en medio de este caos. Callándose nadie gana nada.




Las revoluciones son imposibles en los tiempos que corren, asi que no se me malinterprete. La invitación que ofrezco es sencilla, no demanda derramamiento de sangre ni tampoco incita la falta de respeto, todo lo contrario, creo que hay que ganarle a la insensatez con sabiduría, calma y muchísimo respeto.
Tal vez somos un pueblo jóven, o simplemente algunos podrán pensar que estamos condenados a vivir en este estado de alienación constante para siempre. El optimismo, aunque abarrotado, no se ha perdido, todavía existen muchas personas que comparten un proyecto de país que nada tiene que ver con la mafia actual que nos gobierna. Confiemos en que el trabajo y la creación de fuentes de trabajo, la gran apuesta por la educación y la formación de nuestros jóvenes y niños es la única guía por la que podemos empezar a pensar un mañana mejor.