miércoles, 20 de enero de 2010

Busqueda necesaria de contrarios



No hace falta ser un intelectual para darse cuenta de que en nuestro país carecemos de una fuerte oposición política. Cuando digo "fuerte" no me refiero a una oposición que se levante con armas, eso es claro que ya no funciona en los tiempos que corren. Estoy hablando de un partido que en una situación electoral pueda hacer frente al partido oficialista, no con un insignificante porcentaje, sino que refleje en los resultados de las urnas la diversidad de opciones que pueda tener el país. Desde el presente resulta claro que para las próximas elecciones todo candidato que se muestre como posible contrincante al oficialismo carece de apoyo masivo y tiene en sobreabundancia una dosis de desconfianza que da temor. ¿Por qué será que nos ligamos a una facción política y nos autoconvencemos de que sólo ellos pueden sacarnos adelante? ¿No alcanzan las incesantes decepciones de los últimos 25 años?
Vamos a ser claros: desde la restauración de la democracia el pueblo argentino ha demostrado y sigue demostrando que sólo puede convivir y sentirse "comodo" bajo el mando de toda facción que provenga del peronismo. El partido radical sin dudas ha tenido logros inconmensurables, pero sigue siendo blanco de críticas infundadas basadas en prejuicios de una sociedad conformista que prefiere seguir bajo el yugo del mismo sistema antes que arriesgarse al cambio. He nombrado el radicalismo no porque sea la mejor opción, que hoy, a decir verdad descepciona y mucho, sino que es es al menos el "representante" de la oposición que hasta hace 10 años tenía su voz presente y respetada tanto en las calles como en el congreso.




El miedo al cambio tiene su explicación: la gente no es estúpida y sabe muy bien lo que le conviene. ¿Cuál es el problema? Es el siguiente: lamentablemente el pueblo argentino ha decidido tomar (ya desde Perón en adelante) una metodología política conformista que brinda una sensación de estabilidad y bienestar para muchos y de persecución y tortura para otros. El torturado en este país, bajo el modelo que acabo de nombrar, es nada menos que el asalariado que no depende del Estado y todo aquel pequeño y mediano productor que debe luchar día a día para subsistir contra los embistes de un gobierno que parece estar mandado a ir en contra del sentido común, y lo que es peor, del bien común.
La metodología de brindar incesantemente bienes, servicios, salarios, educación, salud, justicia, etc. sólo al sector carenciado de la población es morbosa. 



Considero que la estategia de usar el lema "igualdad" o, más literalmente, "re-distribución justa de la riqueza" para hacer todo lo contrario nos ha llevado (y mientras escribo nos sigue llevando) a caer cada vez más en el abismo de lo incivilizado y caótico, característico de los pueblos que no han aprendido todavía a emanciparse de Estados externos y de intereses personales que nada tienen que ver con el fin último de toda política: la búsqueda del bien común.

Argentina no sabe lo que es ver a su presidente confrontando en el congreso las opiniones de los opositores. Se sigue gobernando como en la época de Julio Cesar, en la que era absurdo ser opositor, ello implicaba la muerte. No de manera tan explícita pero sí al fin y al cabo, sucede esto en nuestro país. Es lamentable, estando en el 2010 que estas cosas sigan sucediendo.




Todos aquellos que pensamos la realidad actual sin las bendas en los ojos de los subsidios de por vida que brinda este "Estado benefactor" buscamos una voz que represente el hartazgo que sentimos al ver como se desmorona el país en el que vivimos. Necesitamos candidatos que promulguen que los subsidios de por vida (y post mortem también) a cambio de nada deben ser eliminados, que la educación sea un modelo rentable, una inversión y no un gasto. Lo ideal sería que en las próximas elecciones algún partido condene la política que en estos últimos 8 años ha torturado a los inversores nacionales.




He aquí el problema: nuestro país cuenta con una cantidad considerable de ciudadanos que no van a votar tal propuesta, y eso es respetable, porque es necesario que existan diferencias, pero, como decía, el problema yace en que la desvalorización de los puntos anteriores se va a fundamentar en argumentos absurdos y comunes que sostienen que éste país sólo puede ser gobernado por tal o cual partido (peronismo, justicialismo, frente para la victoria, etc..) No es conveniente postularse a presidente y anunciar que se acabaron los subsidios absurdos, alentadores de la vagancia y de la delicuencia. El tipo que diga estas cosas no va a ganar, como el tipo que dice lo que yo digo recibe severas críticas e insultos por lo que piensa.




¿Qué hacemos, entonces, cuando vivimos en un país cuyo germen ya instalado hace más de 50 años, se ha convertido en una enfermedad crónica? Los anticuerpos son débiles, la infección es agresiva y la sangre se pudre día a día.
Espero que algún día podamos entender que el camino a seguir es el opuesto al que venimos soportando (muchos otros disfrutando). Fomentar la abulia destruye el futuro. ¿Cómo llegamos al punto de considerar que el trabajo es la peor opción? ¿cómo fue que perdimos la verguenza de ser mendigos? ¿por qué consideramos una gracia, o un don el hecho de sacar provecho de todo aquello que va en contra de la honradez?.




Marx confiaba que algún día la historia y su dialéctica iban a provocar el paraíso obrero. Eso nunca sucedió, y eso que la clase proletaria es considerablemente populosa y extensa. Algunas personas piensan que las cosas van a cambiar porque la historia está destinada a rodarse en la dialéctica de los contrarios. Eso es un grave error. Los contrarios existen, pero ello no garantiza cambio alguno. Es que mientras sigamos en la posición pasiva que sostiene que la historia hace al hombre y no al revés nunca llegaremos a ver mientras vivamos tales rupturas.
Vivimos en un tiempo en el que es tentador sentirse descepcionado. La realidad nos pega en la cara, y fuerte. Pensar en un cambio, aunque sea paulatino, es casi un acto de fe religiosa. De todos modos los invito a reflexionar sobre lo siguiente: interpretar al mundo es sumamente valioso, pero lo importante es cambiarlo (Tesis 11 sobre Feuerbach). ¿Cómo? De todas las maneras posibles, todas menos una: la pasividad, el desasosiego, el sentirse derrotado ante la avalancha de injusticias diarias. Nadie puede decir que la vida es simple, fácil. Quien realmente se anima a pensar, independientemente de lo que nos vende la televisión, debe ver esta situación como un desafío. El ser humano se caracteriza por luchar, está en su naturaleza hacerlo. Cada uno desde su lugar puede aportar una dosis de racionalidad en medio de este caos. Callándose nadie gana nada.




Las revoluciones son imposibles en los tiempos que corren, asi que no se me malinterprete. La invitación que ofrezco es sencilla, no demanda derramamiento de sangre ni tampoco incita la falta de respeto, todo lo contrario, creo que hay que ganarle a la insensatez con sabiduría, calma y muchísimo respeto.
Tal vez somos un pueblo jóven, o simplemente algunos podrán pensar que estamos condenados a vivir en este estado de alienación constante para siempre. El optimismo, aunque abarrotado, no se ha perdido, todavía existen muchas personas que comparten un proyecto de país que nada tiene que ver con la mafia actual que nos gobierna. Confiemos en que el trabajo y la creación de fuentes de trabajo, la gran apuesta por la educación y la formación de nuestros jóvenes y niños es la única guía por la que podemos empezar a pensar un mañana mejor.

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