viernes, 27 de noviembre de 2009

Encarcelados en casa

En los últimos años hemos visto la creciente ola de inseguridad que azota nuestra sociedad. Éste es un fenómeno que a muchos ya no sorprende, sino que ha pasado a formar parte de nuestra vida cotidiana, y en cierto punto, es verdad. Nos hemos acostumbrado de cierta manera a dejar de pasar por ciertas zonas, evitamos calles en horarios nocturnos, enrejamos nuestras casas, blindamos nuestros automóviles, algunos incluso compran armas, etc. En definitiva, vivimos en un estado muy similar al de una guerra. Nos estamos preparando constantemente para lo peor. ¿Eso es vida? ¿ésto es democracia? ¿dónde está la libertad? ¿quién es libre y quién está preso?. El sentido común indica que quienes deben circular tranquilamente por las calles son las personas libres de todo delito. Causa náuseas e impotencia saber que tal sentido común no es tan común en el lugar en el que residimos. Cabe ahora plantearnos lo siguiente: Es posible que las personas vivan atemorizadas, encerradas, encarceladas en sus propios hogares, ¿es lo que corresponde? No vamos a criticar en esta nota la responsabilidad o, mejor dicho, la irresponsabilidad de las fuerzas de seguridad. Es ilógico que la calle ya no sea un lugar de libre circulación, que las veredas estén desiertas en las noches de verano (muchos sabrán que en San Juan era típico hace ya muchos años que la gente pusiera sus sillas en los veredines por las noches para tomar aire fresco, charlar con los vecinos y mirar a los chicos mientras jugaban bajo la luz del reflector). Todos gritan a viva voz: ¡¿Donde está la tranquilidad?! Esta sociedad exige y clama por tranquilidad, nada más y nada menos. ¿Quién puede estar tranquilo sabiendo que en las calles circulan chicos, menores de edad, con armas cargadas y neuronas quemadas por las drogas? Si de por sí un joven lúcido es peligroso con un revólver, imagínense lo terrorífico que es ése mismo joven con una dosis de cualquier alucinógeno en su sangre y una pistola calibre 38 en su mano. "Esto es una jungla", he oído en varios medios. Sinceramente yo pienso que la situación de inseguridad en la que estamos inmersos es mucho más preocupante que la del escenario selvático. Pues en la selva todo se rige por leyes naturales: la leona caza lo que encuentra para alimentar a sus crías y al macho de la manada, esto ha sido así siempre y no por ello ha desaparecido especie alguna. Ahora bien, que entre los hombres nos estemos cazando, persiguiendo, matando, torturando, secuestrando, robando, amenazando, etc. no tiene sentido alguno. Tales acciones no responden a ninguna ley natural. Lo hacemos porque creemos necesitar algo que no tenemos y que, en definitiva, no es necesario ni vital. Aquí no hablamos del famoso fulano que roba la gallina para alimentar a sus hijos, nos referimos exclusivamente a aquellos que golpean y lastiman a los jubilados para sacarle monedas, hacemos referencia a esas criaturas inservibles y asquerosas que creen que pueden violar y matar sin recibir castigo alguno. Estamos viviendo en una etapa crítica de la historia. Los valores a los que recurríamos antes cuando estábamos en crisis han sido borrados del mapa. El respeto ha sido reemplazado por la indiferencia. La honradez pierde día a día su peso y se respeta (por temor) a la figura del deshonesto y corrupto. Quienes nos deberían proteger nos persiguen, y nosotros, en nuestra desesperación, ingenuos, recurrimos a ellos. ¿A quien debemos recurrir cuando todos nos dan la espalda? Sólo se respira desaliento y preocupación, descreimiento y temor. Y la gente honesta y trabajadora se pregunta ¿hasta cuando?. Hay esperanza, apostemos por un futuro mejor, eduquemos nuestros hijos, hagamos valer nuestros derechos. Callándose nadie logra nada. Tenemos un suelo precioso y fértil, utilizándolo responsablemente a nadie le debería faltar nada. Desprendernos de la cultura del subsidio eterno ayudaría muchísimo a esta sociedad. La propuesta sigue en pie, esto no es un dilema, se trata de cambiar el rumbo hacia el cual nos dirigimos, y el timón si bien se maneja desde el Estado y sus ejecutores, no olvidemos jamás que somos los ciudadanos los que conformamos tal Estado, los que votamos y elegimos a quienes maniobran este barco, somos los responsables de cambiar lo que nos sucede. El hombre hace la historia, y no a la inversa. Es cuestión de ser conscientes que nuestra voz no es muda, siempre alguien escucha, siempre alguien lee, siempre alguien hace algo. Seamos ese alguien y dejemos de esperar un "salvador" que nos despierte de esta pesadilla.

domingo, 8 de noviembre de 2009

La metáfora "Madre-Estado"

Hace poco tiempo escuche al presidente de Brasil, el señor Lula da Silva decir en una entrevista las siguientes palabras: "El Estado es como una madre, se encargará de los hijos más débiles y necesitados, al que más hambre pase le dará el biberón, y no por ser el más lindo, ni el más inteligente, sino porque es el que más lo necesita", luego asistía: "...los ricos no requieren de la ayuda del Estado".
Más allá de lo que cada uno piense, estas palabras dan mucho que hablar. De todos modos aquí sólo voy a dar mi opinión acerca de qué tipo de madre-Estado tenemos aquí en la Argentina.
Si bien es cierto que una madre siempre fija más su atención en aquellos hijos desvalidos, nunca quita su mirada del resto. Quien posea el título lo sabrá mejor que yo. Pareciera ser que en este país la institución llamada Estado actúa de la siguiente manera hacia con la totalidad de sus hijos: a todos aquellos que hayan podido lograr cierta solvencia económica no sólo los ignora, sino que les pone trabas día tras día, no los deja crecer más de lo que deberían según los cánones que "ella" impone. A todos aquellos que trabajan y pagan sus impuestos (que en esta familia llamada Argentina no son una contribución, son una imposición que crece día a día) los castiga día a día aumentándoselos, a modo de penitencia por hacer bien las cosas. ¿A qué "hijos" mima esta madre-Estado argentina?, ¿a quienes castiga?, ¿son realmente los débiles e indefensos los que más atención reciben? Vamos a los hechos y de hecho podemos apreciar que estas preguntas se responden por sí solas. De ser cierto que el modelo Estado-madre funciona metafóricamente de tal manera, debería también serlo la disminución paulatina de la pobreza, indigencia, analfabetismo, etc. Es que esta madre nos ha mal acostumbrado y nos ha enseñado que mediante su subsidio debemos vivir, nos ha impuesto un modelo de progreso que depende directamente de sus decisiones y condiciones, a modo de decretos, a las cuales no podemos eludir.
Coincido con el presidente brasilero en que el Estado no puede ignorar a sus ciudadanos más necesitados. Ahora bien, ¿nuestro Estado, el argentino, subsidia, ayuda y provee de soluciones a aquellos que quieren "salir del pozo" de la indigencia?, ¿acaso un plan jefe de hogar es un incentivo para que las personas comiencen a buscar un nuevo rumbo y se inserten en el campo laboral? No nos engañemos. Seguramente hay casos en los que el objetivo de subsidiar al que lo necesita funciona para reactivar la economía, pero siempre tal situación debería darse de manera temporal, hasta que se estabilice la crisis y todo aquel que hasta ese entonces era acreedor de esa ayuda estatal pueda emanciparse de tal dependencia y seguir su camino de manera autónoma. Claro esta que lo que acabo de decir suena irreal a la hora de ver la situación de nuestro país. Ni el Estado pretende emancipar a los subsidiados, ni la mayoría de los subsidiados pretende lograr tal independencia.
No se puede progresar económicamente cuando se tienen los índices de pobreza y de manutención como los que tenemos. Tampoco lo vamos a lograr siguiendo el ejemplo de nuestra madre-Estado que nos hace cada vez más complicada la existencia tanto a quienes desean prosperar como aquellos que lo han logrado y han sido castigados por hacerlo.
El problema aquí generalmente se trata bajo el término "equidad". Es ésa una palabra cuyas implicaciones políticas no son fáciles de analizar. Si tratamos de ser objetivos, vamos a decir que es tan injusto ignorar a los necesitados como quitarle la renta a quien la ha ganado con el sudor de su frente. Las implicaciones éticas de la equidad no son comúnmente acordadas entre los diversos sectores políticos porque utilizan el vocablo en favor o en contra de intereses que nada tienen que ver con la realidad misma. El Estado actual dirá que es ético y equitativo subir los impuestos de exportación, pues con tales fondos se ayuda a millones que lo necesitan. Los trabajadores o propietarios de las tierras dirán que nada malo le han hecho ellos ni a su madre-Estado ni a sus hermanos necesitados para recibir tal castigo. ¿Cómo decidimos, pues, lo que es justo y equitativo en este marco actual?. Si siguiéramos la metáfora de Lula al pie de la letra, podríamos expresar que a veces las madres no son justas con algunos de sus hijos, pero que tal injusticia está siempre basada en una decisión crucial e indiscutible. De niños nos ha resultado a todos imposible poder comprender el por qué de la negativa de nuestra madre a la hora de otorgar un permiso.
Es realmente ridículo tomar la metáfora al pie de la letra, porque de hacerlo terminaríamos aceptando todo decreto que a priori fuese presentado sin consulta alguna a los ciudadanos (que es lo que en verdad hacen las madres) debe ser aceptado con resignación. El país ha "crecido", ya no es un niño que debe acatar "ordenes", si bien somos, en lo que respecta al tiempo que llevamos como Nación regida por la democracia, jóvenes y nos queda mucho por aprender. Pero lejos de seguir el esquema presente del poder que nos rige, debemos apartarnos de la idea de que el Estado tiene la obligación de meter las manos en los bolsillos de los que trabajan para calmar a aquellos que prefieren no hacerlo. No estoy diciendo que todo aquel que reciba un subsidio no quiere trabajar, pero sí digo y no me retracto, que es vergonzoso que lleguemos al punto de considerar "normal" que una familia reciba de por vida el seguro por desempleo. Bajo ese modelo nos va a resultar prácticamente imposible crear una nación pujante, que salga adelante mediante su trabajo y su esfuerzo. Todo lo contrario, considero que esta forma de actuar del Estado (que no es precisamente una metodología de el gobierno actual, sino que viene siendo practicada hace ya muchos años y cuyo precursor fue Perón, entre otros) más que un mecanismo de ayuda al más necesitado es un dispositivo de control masivo de los medios económicos de gran parte de la sociedad. La dependencia económica absoluta de gran parte de los habitantes de un país hacia con el Estado sólo trae consecuencias drásticas y poco prometedoras.
Incentivar el trabajo, promover la industria, facilitar los medios para que los productores puedan crecer y dar a su vez fuentes de trabajo, estimular una cultura guiada por la educación de todos son las pautas que todo ciudadano honrado debería esperar del Estado. No confundamos ayuda en tiempos de crisis con mantenimiento de por vida y entorpecimiento económico a largo plazo
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