miércoles, 12 de agosto de 2009

Propósito

La búsqueda de un propósito en esta vida ha sido y es aún hoy un tema que no deja de cerrar sus puertas al debate. Todos los credos coinciden en que el pasaje por este mundo tiene que ver con un pretérito determinado, un porvenir ya dictaminado. Esto no quiere decir que seamos marionetas de los dioses, pero lo que dicta un propósito es el para qué de las acciones, y si hay un para qué, hay, pues, un fin en común. Tanto para el cristianismo como el judaísmo o el islamismo tienen en sí un mensaje claro y un fin al que deben apuntar todos los hombres: hacer el bien. Haciendo el bien uno se siente encaminado hacia el reino de los cielos. Bien, ésto es lo que nos dice la religión. ¿Qué hay de la ciencia? Ésta busca y encuentra constantemente respuestas a los interrogantes tanto prácticos como teóricos que el mismo hombre plantea. A veces las soluciones son exactas y hasta parecen ser irrefutables. ¿A qué viene ésto? A que no debemos olvidar que tanto la ciencia como la religión son creaciones humanas, por lo cual, sus resultados suelen ser cien por ciento afectados por la subjetividad. Al decir esto se esfuma toda objetividad posible. ¿Existe tal objetividad? Tanto las verdades reveladas por Dios como los resultados científicos de una prueba determinada no son más que interpretaciones, sino, creaciones del mismo hombre. ¿A qué viene ésto respecto al tema de si existe o no un propósito en la vida del hombre?. Vale aclarar que usualmente tomamos el término "propósito" como algo a lo que debemos llegar o para lo cual hacemos lo que hacemos. Ese concepto explicaría y hasta justificaría los modos de actuar de las personas. Esto puede ser grave o no dependiendo del propósito. No es lo mismo tener como objetivo eliminar una raza de la tierra (ideal de todo racismo, clasismo, etc) que el de lograr el cese de la contaminación en el planeta. Todo esto nos remite a una cuestión valorativa de lo que consideramos bueno o malo a la hora de imponernos un propósito.
¿Qué sucede con los escépticos? En este caso se piensa que la vida humana como todos las formas de vida son totalmente azarosas y que nada tiene que tener necesariamente una explicación que justifique las modificaciones de la naturaleza. Tomar una u otra posición es normal y es una acción racional de nuestra mente. Ahora bien, esto se torna más difícil cuando planteamos lo siguiente: ¿Es un propósito racional dar la vida por otra persona? sin duda que esto iría en contra de todo instinto humano por sobrevivir. Aquí es donde entran a jugar su papel crucial las determinaciones que llamamos afectivas o, si se quiere, espirituales.
Creer que somos un accidente en este universo o que estamos aquí para cumplir una función queda en manos de nuestra libertad de pensar. No son formas de pensar inseparables, que reclamen para sí la eliminación de la otra. Debemos aceptar y respetar lo que para los demás sea o no el propósito de vivir. Sin esta tolerancia no podemos convivir en paz.
Como dijimos anteriormente, cada proyecto de vida está apoyado en un sistema de valores. Si están en crisis los valores está seriamente comprometida la predisposición a imponernos metas. Ese es el problema actual, matrimonios que no duran, adolescentes que no saben para qué están estudiando, profesionales que odian su profesión, mujeres que deciden tener por cuenta propia, totalmente solas, hijos por inseminación artificial, etc, etc, etc. ¿Se ha perdido el horizonte que antes parecía tan claro ver?. Muchos dirán que sí, otros que no. A lo que vamos, ésto está sucediendo. Sea por creencias religiosas o simplemente por seguir con la tradición humana, se está perdiendo eso que llamábamos "el modelo a seguir". Hay tanta variedad y tan confusa de modelos, que los jóvenes adoptan al mejor postor (llamémosle fama, dinero, drogas, etc). Cómo es posible que el "jóven de antes" se quería llevar por delante el mundo, y el actual, se deja llevar por delante por él. Esto es increible. El daño que produce esta falta de parámetros morales parece ser irremediable.
Qué se hace con una juventud desorientada cuando éstos viven en una sociedad indiferente que en vez de querer corregirlos, ayudarlos mediante la enseñanza y limitarlos en su libertinaje (porque convengamos que siempre ha existido la necesidad de frenar los desenfrenos); lo que se hace es apañar todos sus vicios y publicitar todas esas conductas que los llevan a caer en un consumismo desorbitado que, a decir verdad, pareciera que les nubla la vista.
Aceptar que esto sucede es ya un progreso. Luego queda en nuestras manos querer o no cambiarlo. Una persona que no tiene claro el por qué o el para qué de sus acciones es un ser solitario, que convive con extraños que dicen ser sus familiares y amigos. No dejemos que ésto nos suceda. No perdamos el norte. Tratemos de ver más allá de lo que nos permite la rutina y los pesares cotidianos. El futuro de nuestra sociedad depende de lo que hoy hagamos con ella.

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