miércoles, 12 de agosto de 2009

La indiferencia de los hombres "buenos"

Es fácil notar que en la historia del hombre hay ciertas constantes con respecto a su conducta. Criminales, pacifistas, gente con hambre, ricos, pobres, sanos y enfermos hemos habitado desde hace ya mucho tiempo este plantea. Ahora bien, a lo que vamos es a lo siguiente: ¿Qué nos hace actuar de una manera y no de otra? Siempre existieron límites que el hombre se ha impuesto a sí mismo, ya sea en el nombre de la justicia humana o divina, que nos dicen qué es correcto, bueno y qué es malo, perjudicial.
Llamo a este conjunto de límites valores. Estas normas nos dictan la manera deseable de comportamiento, las pautas acerca de lo que es propicio o no hacer, decir o pensar. Una postura nos dirá que tal demarcación es impuesta, otra, que es parte de la naturaleza humana la capacidad de decidir qué es bueno o malo.
Claro está que existen ciertas reglas impuestas por la sociedad, por la cultura. Por ejemplo: hoy en día sería impensado castigar a un ladrón o a un criminal clavándolo en la cruz, como lo hacían en los tiempos los césares. Hoy se enjuicia y se encarcela en una prisión al que merece un determinado castigo por sus actos. Estamos comparando dos sistemas de valores totalmente distintos. El gobernador romano hacía lo correcto dentro de los límites judiciales de su época, en otras palabras, cumplía con su deber. Todo esto nos lleva a preguntarnos lo siguiente: ¿Matar a una persona, sea cual fuere el motivo, es un valor negativo universal en la historia del hombre? Unos responderán que siempre ha sido un acto inaceptable de la naturaleza humana. Otros dirán que depende de la época desde la que se juzga tal suceso.
¿Quién decide entonces lo que es propicio y lo que es inaceptable? El sujeto mismo, el colectivo de individuos de una determinada época. La comparación de sistemas de valores en distintos momentos de la historia es inconmensurable.
Muchas veces escuchamos que ante tal o cual desgracia la gente dice: "esto es un castigo divino", o sino, "¿Dónde está Dios?". Hoy en día tal vez no sea tan frecuente tal pregunta, pues convengamos que vivimos en un mundo que día a día se está secularizando cada vez más. Pero es cierto que cuando suceden crisis el hombre necesita apoyarse en algo: ya sea la religión, la justicia, el bien común, etc, que no son más que instituciones que proveen al hombre de ciertas "seguridades" regidas por valores y reglas determinadas.
En esto juega un papel fundamental la educación, tanto en la escuela como en la familia. El ser humano aprende desde aproximadamente a los siete años de edad la distinción entre lo que es bueno o malo en el seno familiar. Luego la escuela y posteriormente la universidad se encargarán de formar al sujeto, quien decide o no aceptar las normativas impuestas por tales instituciones sociales. Somos libres de actuar, de respetar o no tales límites, pero estamos condicionados por las consecuencias de nuestra libertad. Quien opta por usar drogas, es consciente de las repercusiones que puede traerle tanto en la salud como en su libertad civil (aunque hoy en día eso se está flexibilizando cada vez más).
Lo importante de todo esto que estamos diciendo es que somos capaces, mediante nuestra consciencia, de discernir lo que nos conviene y lo que no situándonos en el tiempo en el que vivimos. Tenemos la libertad de aceptar o no lo que se nos impone como adecuado o inadecuado. ¿Qué sucede cuando se nos prescribe que algo es correcto y en nuestra subjetividad (nuestro pensar) no coincidimos? Por ejemplo: si se nos dice que un matrimonio gay tiene derecho a la adopción de un niño vemos claramente cómo van a surgir las controversias. Un sector dirá que éso no es una familia hecha y derecha, y otro, que es necesaria la pluralidad y que todos los seres humanos tenemos los mismos derechos y garantías. Tal contraposición de opiniones es sana, quiere decir que todavía somos capaces de dudar, de pensar y de criticar aquello que se nos muestra como "lo normal".
En la sociedad actual claro está que no se puede vivir sin tolerancia. Estamos llamados a pensar lo que nos sirve como sociedad, lo que nos corresponde como ciudadanos. Es un deber necesario plantearnos cómo estamos educando a nuestros hijos, qué valores y qué límites les estamos traspasando. El ser social no es sólo un individuo dentro de un grupo donde unos mandan y otros obedecen, eso formó parte de otra época. Ahora debemos situarnos en la responsabilidad que conlleva ser miembros activos de una colectividad, sea cual fuere. Todos ocupamos un lugar dentro de este "campo" que llamamos sociedad, y la función que desempeñemos es importante, tanto para uno mismo como para los demás componentes.
El sólo hecho de asimilar que somos miembros activos de la sociedad ya es un avance en estos tiempos donde parece reinar la indiferencia, y lo que es peor, la indiferencia de lo hombres "buenos".

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