Los peligros del rumor
El vocablo "rumor'' deriva del latín "rumoris'', que implicaba el
significado de "ruido'' o "habladuría''. En este sentido, la etimología
nos señala el carácter de confusión ineludible que causa la situación de
habla que no "dice'', no expresa claramente nada, sino que causa
revuelo. La intención de la habladuría es justamente esa, generar una
onda expansiva de proposiciones infundadas, sin correlación alguna a
hechos o demostraciones, a los fines de cometer un daño, ya sea por la
creación misma del rumos, como también por la participación en el
proceso de transmisión y repetición distorsionada de un "mensaje'' que
no tiene fondo, no tiene sustento ni anclaje alguno a ningún principio
de realidad.
Ahora bien, por si acaso no es suficiente la etimología para comprender
el peligro que representa el rumor como herramienta para el
desprestigio, se añade a la raíz indoeuropea el prefijo "reu'', a saber,
"rugir'', "murmurar''. Murmullo que ruge, que silenciosamente, desde la
sombra hace ruido. ¿Qué tipo de comunicación puede ser fiel y
fructífera si su contenido se reduce al eco constante de la difamación?
Semejante pregunta puede ser interesante si la enfrentamos al lamentable
paradigma de la post-verdad, una manera simbólica de expresar que
vivimos en un mundo en el cual no tiene sentido "hablar con verdad'',
sino que la equivocidad es la regla rectora de la construcción de
discursos vacuos que no hacen más que disfrazar y enmascarar falsas
ideologías con propósitos estrictamente político-partidarios y
económicos.
Sobre este aspecto se pronunció hace un tiempo el Papa Francisco, al
momento de analizar el octavo mandamiento "no mentirás, ni levantarás
falso testimonio'', indicó que las habladurías, los rumores, la
difamación son expresiones claras de terrorismo. ¿En qué sentido los
chismes matan? El sumo pontífice utiliza la expresión "terrorismo''
asociado a la habladuría en cuanto que el decir falsedades en un mundo
que naturaliza la mentira puede tener consecuencias sumamente peligrosas
para la humanidad. Un rumor no es una bala que quita una vida, pero sí
puede ser el sustento de una decisión arbitraria que deje sin empleo a
una persona, o que ensucie injustamente el honor y buen nombre de
cualquier ciudadano, sin que ello tenga consecuencia legal o moral
alguna.
Por otro lado, y siguiendo el hilo de las consecuencias nocivas de la
utilización del rumor como instrumento de gestión, otro gran peligro
que podemos avistar es la banalidad con la cual se internaliza la
mentira que encubre la habladuría. Dicha banalización nos va
insensibilizando, nos convierte en jueces arbitrarios y serviles a
intereses ajenos, habilitando de esta manera una paradoja cuasi
irresoluble: vivir en comunidad, en un estado democrático y de derecho, a
la vez que se acepta ciegamente y paralelamente vivir en la
excepcionalidad de la ley, la moral y las buenas costumbres.
Como podemos observar, no se trata solamente de un
posicionamiento moral-religioso, sino que este problema también nos
interpela desde lo ético-civil, en cuanto que somos todos ciudadanos,
miembros de una comunidad que pierde constantemente la cohesión que
brindan estos códigos de convivencia, implícitos o explícitos,
habilitando así un desgranamiento que posibilita la anarquía irracional y
peligrosa de hacer lo que queramos con lo que decimos sobre cualquier
cosa y contra cualquier persona.
.FUENTE: https://www.diariodecuyo.com.ar/columnasdeopinion/Los-peligros-del-rumor-20190102-0091.html
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