FUENTE: https://www.diariodecuyo.com.ar/columnasdeopinion/La-tecnica-y-el-hombre-20170531-0069.html
La técnica y el hombre
Pensar la "técnica'' ha sido una tarea permanente y consistente en la
historia de la cultura occidental. En la etimología griega, "tekhné'' se
refiere al "saber hacer'', designando en esta primera significación a
un conjunto de habilidades y procederes basados en reglas precisas
dispuestas para un fin determinado. Fue Aristóteles quien ofreció la
interpretación decisiva que determinará el sentido del quehacer propio
del hombre, puesto que tanto la técnica como el arte entran en el marco
del saber poético, a saber, productivo (artificial), en contraposición
al saber teórico que es estrictamente contemplativo. Y decimos que la
aseveración aristotélica resultó decisiva puesto escinde del
conocimiento verdadero (episteme) un saber empírico (techne). En otras
palabras, el conocimiento técnico, en los inicios de la metafísica
occidental, se asocia ya al sentimiento de desconfianza (escepticismo) a
la necesidad que genera la creación de objetos viles que apartan al
hombre de la naturaleza.
Veremos en la Edad Media que el escepticismo ante la técnica se torna en
un análisis político mucho más profundo, en el sentido de que la
técnica representaría el poder-hacer del hombre en el mundo, lo cual ya
lo posicionaba como un ser capaz de disponer de la naturaleza para fines
concretos mediante políticas precisas. Con el auge de la física
matemática propia del Renacimiento, se produce una interrelación
inexorable entre ciencia (teórica) y técnica, apuntando ya a la
pretensión de Bacon en torno al dominio de las leyes de la naturaleza.
Acompañando a este sentimiento moderno aparece ante el pensamiento la
posibilidad de dominio, no solo del hombre sobre el ente natural, sino
también, del hombre sobre el hombre mediante la técnica. Con esto
queremos evidenciar que el conocimiento humano, sin deshilacharlo entre
técnico o teórico, siempre acarrea una intención, una voluntad. Visto de
esta manera, se cae el velo de un pretendido saber contemplativo
neutral, sin fines.
La modernidad nos enseñará que, como indica Michel Foucault, "saber
es poder''. Una vez surgida la técnica en el seno de las relaciones de
producción, diría Marx, está al servicio de una estructura social bien
prediseñada. La crítica nietzscheana sobre los valores de la
tradición metafísica occidental nos señala claramente que la
equiparación de lo "certero'', "verdadero'', a lo "bueno'', "justo'' ya
no tiene cabida. Esto queda plasmado en dos guerras mundiales, en la
atrocidad del Gueto de Varsovia, en los Gulags, en los campos de
concentración, etc.
Claros ejemplos que destituyen el mito de la asimilación de
la razón instrumental aplicada al bien de la humanidad, sino más bien lo
contrario, es, precisamente, el uso de la razón al servicio del
exterminio, del sometimiento masivo, sistemático de personas sobre
personas.
Indicamos esto para hacer una breve reflexión en torno a
qué entendemos por progreso en la era de la técnica. ¿Quién progresa?,
¿cómo?, ¿a costa de qué? y ¿por qué?, son preguntas que debemos hacernos
antes de aceptar indiscutidamente la idea purista y pretendidamente
neutra de "los avances'' tecnocientíficos, los cuales siempre prometen
una avidez de novedad, atractivo, pero no necesariamente, fundamental
para la humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario