miércoles, 4 de marzo de 2020

Habitar la política


Habitar la política
Por: Lisandro Prieto Femenía



“Intentaremos pensar sobre el habitar y el construir” indica Heidegger en su texto “Construir, habitar, pensar” (1951). En base a algunas reflexiones puntuales que nos provee este texto, y al amparo de la luz que arroja sobre el concepto de habitabilidad, es que por el presente intento del pensar queremos preguntarnos acerca de los prejuicios que nos bombardean a diario en torno a la manera en que somos en y con el mundo.

La noción heideggeriana del “habitar” trasciende la idea del simple “estar en”. Como presupuesto fundamental, nos aclara que es imposible habitar sin construir. Uno vive en el lugar que crea, o que en conjunto creamos para co-habitar. Tomando esta referencia, y haciendo el mismo hincapié en el cual estamos empeñados a resaltar, consideramos que la política es, sin dudas, la condición de posibilidad para la construcción de espacios habitables en una comunidad. No es, simplemente, la construcción arquitectónica o técnica, no se trata de levantar paredes y crear receptáculos materiales que nos cobijen, nos alejen de la intemperie.

El inmueble de la construcción política al que estamos llamados, casi obligatoriamente a habitar, depende exclusivamente de un modo de vida, correlativamente con un modo de pensar. En otras palabras, nadie piensa por nosotros, sino más bien, y con suerte, con nosotros. El pensar permite habitar y construir “el lugar” en el que estamos dispuestos. Somos nosotros quienes debemos construir en nuestra discursividad y en nuestras prácticas cotidianas el “espacio” en el cual nos desenvolvemos, y todo lo que ello implique, a saber, y primordialmente, el armazón ético y político que provee las condiciones de habitabilidad.

Siguiendo al germano precitado, con la lógica medio-fin por él indicada, el construir es ya, en sí mismo, habitar. He aquí la importancia que asignamos a nuestra función activa y participativa en cuanto ciudadanos inmersos en la construcción política que determina las reglamentaciones del “morar” en tal o cual comunidad. Nadie piensa por nosotros, nadie construye por nosotros, nadie nos hace ser o vivir en nuestra propia morada. Propiciar la creación de lazos sociales que apunten a la generación de políticas concretas, nunca definitivas, más sí necesarias para el “demos”, es una característica esencial de la vida del hombre tal como lo conocemos e identificamos, a saber, como aquel ser que al preguntar por su ser construye con el otro una vida en común. Lejos de ser esto un desarrollo pacífico y consensual de las relaciones de fuerza que caracteriza la voluntad de poder, es el ámbito de la construcción política en pos de la habitabilidad un campo de batalla cuyas antítesis no tienen que resolverse necesariamente. Aquello que entendemos por demo-kratos, en su sentido político primordial, dista totalmente de ser un espacio de diálogo no confrontativo que pretenda una “paz perpetua”. La distención, la lucha, la puja de intereses y la pretensión de imposiciones ha devenido en nuestros tiempos en calificativos totalmente serviles peyorativamente en manos de la antipolítica al poder.

La construcción política que aquí queremos pensar dista mucho de ser, o pretender ser, definitiva. Más bien se posiciona en la antítesis de la pasividad que brinda el cobijo del morar en el hogar, en el alojamiento, ya que se trata de reconstruir, releer, reinterpretar e interpelar constantemente las condiciones bajo las cuales se presentan como “firmes” las estructuras y los andamiajes que proveen las interpretaciones (y las políticas reales, con sus intereses concretos) establecidas en el ámbito de lo políticamente asequible. 

Concluimos, como siempre, interpelando, y solicitando el llamado a cuestión, puesto que lejos de pretender hacer monólogos lo que intentamos, humildemente, es provocar un atisbo de pensamiento crítico. ¿De qué manera habitamos, vivimos, construimos nuestra parte de la realidad social en la que vivimos? ¿A quién delegamos, cuando desistimos del primordial y esencial acto de construcción política, la capacidad de crear las condiciones de vida, a saber, nuestras moradas? Seguir pensando que la lógica de la desvinculación social es el camino “dado” en el terreno del presente, nos impediría la chance de coligar, de trazar los puentes indispensables para adquirir la real pertenencia a nuestro pueblo. En otras palabras, el no-lugar existe, desgraciadamente, como postura política que siempre cede lugares, que dona la capacidad de pensar, crear, construir y habitar nuestra vida, abriendo paso y consolidando el “aguantar”, “soportar”, esperar de otros aquello por lo que no estamos dispuestos a hacer.  


Lectura de referencia: http://www.lugaradudas.org/archivo/publicaciones/fotocopioteca/39_heidegger.pdf

 
 

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