Por: Lisandro Prieto FemeníaHabitar la política
“Intentaremos pensar sobre el habitar y el
construir” indica Heidegger en su texto “Construir,
habitar, pensar” (1951). En base a algunas reflexiones puntuales que nos
provee este texto, y al amparo de la luz que arroja sobre el concepto de
habitabilidad, es que por el presente intento del pensar queremos preguntarnos
acerca de los prejuicios que nos bombardean a diario en torno a la manera en
que somos en y con el mundo.
La noción heideggeriana del “habitar”
trasciende la idea del simple “estar en”. Como presupuesto fundamental, nos
aclara que es imposible habitar sin construir. Uno vive en el lugar que crea, o
que en conjunto creamos para co-habitar. Tomando esta referencia, y haciendo el
mismo hincapié en el cual estamos empeñados a resaltar, consideramos que la
política es, sin dudas, la condición de posibilidad para la construcción de
espacios habitables en una comunidad. No es, simplemente, la construcción
arquitectónica o técnica, no se trata de levantar paredes y crear receptáculos
materiales que nos cobijen, nos alejen de la intemperie.
El inmueble de la construcción política al
que estamos llamados, casi obligatoriamente a habitar, depende exclusivamente
de un modo de vida, correlativamente con un modo de pensar. En otras palabras,
nadie piensa por nosotros, sino más bien, y con suerte, con nosotros. El pensar
permite habitar y construir “el lugar” en el que estamos dispuestos. Somos
nosotros quienes debemos construir en nuestra discursividad y en nuestras
prácticas cotidianas el “espacio” en el cual nos desenvolvemos, y todo lo que
ello implique, a saber, y primordialmente, el armazón ético y político que
provee las condiciones de habitabilidad.
Siguiendo al germano precitado, con la lógica
medio-fin por él indicada, el construir es ya, en sí mismo, habitar. He aquí la
importancia que asignamos a nuestra función activa y participativa en cuanto
ciudadanos inmersos en la construcción política que determina las
reglamentaciones del “morar” en tal o cual comunidad. Nadie piensa por
nosotros, nadie construye por nosotros, nadie nos hace ser o vivir en nuestra
propia morada. Propiciar la creación de lazos sociales que apunten a la
generación de políticas concretas, nunca definitivas, más sí necesarias para el
“demos”, es una característica esencial de la vida del hombre tal como lo
conocemos e identificamos, a saber, como aquel ser que al preguntar por su ser
construye con el otro una vida en común. Lejos de ser esto un desarrollo
pacífico y consensual de las relaciones de fuerza que caracteriza la voluntad
de poder, es el ámbito de la construcción política en pos de la habitabilidad
un campo de batalla cuyas antítesis no tienen que resolverse necesariamente.
Aquello que entendemos por demo-kratos, en su sentido político primordial,
dista totalmente de ser un espacio de diálogo no confrontativo que pretenda una
“paz perpetua”. La distención, la lucha, la puja de intereses y la pretensión
de imposiciones ha devenido en nuestros tiempos en calificativos totalmente
serviles peyorativamente en manos de la antipolítica al poder.
La construcción política que aquí queremos
pensar dista mucho de ser, o pretender ser, definitiva. Más bien se posiciona
en la antítesis de la pasividad que brinda el cobijo del morar en el hogar, en
el alojamiento, ya que se trata de reconstruir, releer, reinterpretar e
interpelar constantemente las condiciones bajo las cuales se presentan como
“firmes” las estructuras y los andamiajes que proveen las interpretaciones (y
las políticas reales, con sus intereses concretos) establecidas en el ámbito de
lo políticamente asequible.
Concluimos, como siempre, interpelando, y
solicitando el llamado a cuestión, puesto que lejos de pretender hacer
monólogos lo que intentamos, humildemente, es provocar un atisbo de pensamiento
crítico. ¿De qué manera habitamos, vivimos, construimos nuestra parte de la
realidad social en la que vivimos? ¿A quién delegamos, cuando desistimos del primordial
y esencial acto de construcción política, la capacidad de crear las condiciones
de vida, a saber, nuestras moradas? Seguir pensando que la lógica de la
desvinculación social es el camino “dado” en el terreno del presente, nos
impediría la chance de coligar, de trazar los puentes indispensables para
adquirir la real pertenencia a nuestro pueblo. En otras palabras, el no-lugar
existe, desgraciadamente, como postura política que siempre cede lugares, que
dona la capacidad de pensar, crear, construir y habitar nuestra vida, abriendo
paso y consolidando el “aguantar”, “soportar”, esperar de otros aquello por lo
que no estamos dispuestos a hacer.
Lectura de referencia: http://www.lugaradudas.org/archivo/publicaciones/fotocopioteca/39_heidegger.pdf
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