martes, 3 de marzo de 2020

Desvinculación del Estado

Desvinculación del Estado


Partiendo de la lectura del planteo que ofrece Mariana Cantarelli , y analizado hechos concretos de nuestros días, cabe señalar como totalmente oportuna la interpretación que sostiene que los ciudadanos sienten que están totalmente desunidos de "esa máquina vinculante" que aún hoy llamamos Estado.

Este sentimiento de dispersión y desarticulación tiene sus fundamentos, consistentes en un sinnúmero de políticas desarrolladas a lo largo de nuestra historia. Uno de ellos, como mencionamos en notas anteriores, es la pérdida de valor de cohesión del concepto de "comunidad".

La pérdida de crédito ciudadano hacia la eficiencia que debería brindar el Estado y su estructura completa en cuanto a la equidad ante la ley y el cumplimiento de los derechos establecidos por la Constitución Nacional podría deberse a una feroz
desfragmentación de la masa social, a saber, la dispersión de minorías cuyos intereses distan bastante de la unidad que la idea de Estado moderno solía ofrecer.

Es crucial conocer la desvinculación entre el decir de la ley y el hacer en la calle para trabajar en pos de buscar soluciones.
Un pequeño acercamiento de este fenómeno resalta en las políticas anti-institucionales garantizadas por las mismas instituciones.

Lejos de acusar esta situación como anárquica, lo que queremos señalar justamente es este carácter antiverticalista del poder por parte de un discurso que, en la práctica, endurece las relaciones entre las instituciones y los ciudadanos.

Ante este panorama, las articulaciones políticas interinstitucionales y comunitarias se disuelven en micropolíticas de segmentos de la "masa social" totalmente desvinculados entre sí y del Estado total. Al no haber un "nosotros", como bien señala Cantarelli, pocas posibilidades tenemos de construir estrategias políticas de una dimensión común.

La clave, ante esta situación desconcertante, nada tiene que ver con el desasosiego o el desahogo quejoso en redes sociales y noticieros. Más bien lo contrario. Debemos aceptar que nuestro trabajo político hoy requiere escuchar las partes desmembradas de un Estado que no cohesiona, que no destella coherencia entre el decir de la ley y el hacer en la calle.

Dicho en otros términos, es crucial conocer a fondo la realidad de esta desvinculación para trabajar desde ella misma en pos de buscar soluciones (el fin de toda política debe ser, justamente, solucionar problemas o, al menos, intentarlo) coherentes con el marco legal, institucional, ético y moral de nuestro país.

Podemos avizorar en el concepto de "reciprocidad", como fundante de la significación antropológica de la "comunidad", una de las posibles características interpretativas que nos sirva para entender esta agónica desvinculación.

La pérdida de reciprocidad posibilita la fragmentación, la desarticulación entre las partes y el todo (Estado-instituciones-ciudadanos). Pero incluso en esta situación, el desafío político recae en responder a la desarticulación mediante la gestión de condiciones de posibilidad concretas que permitan otro tipo de relación que evite caer en la anomia (sin normas regulativas).

Esta aclaración es importante, dado que la impotencia operativa de las normas no debería recaer en un nihilismo político-pasivo que extienda en el tiempo semejante inoperatividad.

Ante este esbozo del problema, podemos preguntarnos ¿hasta qué punto realmente nos consideramos parte de un Estado? En situaciones estrictamente cruciales y escandalosas, mediáticamente manifestadas y promocionadas, la ciudadanía clama por esta vinculación que permita una coherencia entre lo que la ley exige y lo que en la realidad de la cotidianidad sucede.

Pero, el fruto de este clamor, ¿no forma parte también de la creciente inactividad política ciudadana? Y con ello, ¿no es funcional a esta situación el creciente peso de posturas antipolíticas o "apolíticas" que actúan desde la política?
Recordemos que una de las características del pensar, del pensamiento crítico, es hacernos cargo de aquello que decimos sobre lo que pensamos.

En el plano político, ¿estamos haciendo aquello que consensualmente decimos a través de la conformación de las normas? La incompatibilidad de esta relación desfragmentada entre ciudadanos e instituciones estatales, vivenciada a diario ¿recibe de nuestra parte el análisis y acción pertinentes, o consideramos que es más fácil creer en el poder operativo de la repetición constante de opiniones ajenas?

FUENTE: https://www.diariodecuyo.com.ar/columnasdeopinion/Desvinculacion-del-Estado-20170813-0123.html

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