Fuente: http://diariolibre.info/secciones/noticias/nota.php?id=22635LA FILOSOFÍA EN LA ESCUELA
El 17 de octubre de 2018 el diario español “eldiario.es” publicó
un artículo titulado “El Congreso pide por unanimidad que la Filosofía
sea de nuevo obligatoria en Bachillerato”, en el cual se menciona una
propuesta por la que se solicitó que la asignatura sea parte de la caja
curricular obligatoria en el Nivel Secundario.
Nuestro propósito consiste es advertir la importancia y necesidad
de contar con la filosofía en la totalidad de los Niveles y Modalidades
del sistema educativo, estatal y privado, a los fines de garantizar una
educación de calidad y responder a las problemáticas de un mundo que no
pide a gritos ciudadanos con pensamiento crítico y compromiso social,
sino más bien todo lo contrario.
Usted podrá preguntarse en este momento ¿para qué estudiar
filosofía? (en un Nivel Secundario o cualquier otro). Pues bien, la
pregunta del “para qué” resulta ser una cuestión vidriosa y violenta en
tanto que la filosofía, como disciplina del ejercicio del pensar, no
necesariamente responde a cuestiones utilitarias, a saber, técnicas, que
asimilan un tipo de pensamiento específico abocado a la solución de un
problema concreto. Podríamos decir que el rol de la enseñanza de la
filosofía en las escuelas es el de educar en el pensamiento, o en otras
palabras, el de fomentar en los ciudadanos la necesidad de cuestionar la
realidad que nos es presentada como obvia.
Introducir la currícula filosofía en la escuela permitirá a los
jóvenes acceder a un espacio de pensamiento crítico en el cual se
generan preguntas de todo tipo (existenciales, políticas, metafísicas,
etc.) pero, asimismo, los colocará en una posición en la cual para
opinar sobre algún asunto concreto deberán asimismo aprender a
argumentar (dar razones de aquello que dicen). Como vemos, no se trata
solamente de un debate circunstancial de tópicos esporádicos, sino de
una práctica dialógica en la cual cada uno debe atravesar por un proceso
indagatorio, exploratorio para encontrar fundamentos de aquello que
luego sostendrán como argumento.
En un mundo habituado a dar por sentado todo aquello que circula
(memes, fake news, opiniones corrientes y juicios interpersonales),
considero que es crucial la discusión en torno a una educación que
fomente el pensamiento filosófico. Esto puede sonar bastante ambicioso,
pero no se trata, nada más y nada menos, de enseñar a pensar, indagar,
cuestionar, pero también, proponer, participar, dialogar, debatir y, lo
más importante, fundamentar con argumentos las posturas que puedan
llegar a surgir fruto de una discusión que siempre debe ser respetuosa.
Ante un relativismo reinante, equivocista por excelencia, todos
los enunciados tendrían la misma validez y legitimidad (pensemos que
hoy, tras siglos de corroboración científica, sectores fronterizos de
conocimiento coherente, retoman la idea del terraplenismo), lo cual
implica un desprecio infundado a la criteriosidad, estado de situación
sumamente propicia para la dominación cultural y económica de los
pueblos: el neoliberalismo produce sujetos individualistas y ególatras,
incapaces de pensar por sí mismos y para los demás, puesto que el
interés central de este modo de vida se vincula con la búsqueda vacua de
la posesión de un “éxito” ficticio sustentado en el “valor” de una
competitividad intrascendente, a saber, la acumulación de riquezas y
prestigio – identificados directamente con cuotas de poder-. En
definitiva, nos encontramos ante un paradigma de hombre que lo presenta
solamente como la persona “exitosa”, es decir, aquella que ha sido
“capaz” de “ganar” la posición que ocupa circunstancialmente en su vida,
sin importar en absoluto a quién o qué tuvo que consumir en el proceso.
Visto así, nuestra existencia estaría condicionada en función de
aquellos objetos o servicios que podamos poseer, consolidando una
deshumanización que progresivamente nos convierte en seres cuasi
insensibles, incluso en el seno de nuestra realidad familiar. El aporte
de la filosofía en la educación tiene que instalar la reflexión en torno
a la pérdida del vínculo intrahumano producido por nuestro actual
“estilo de vida”.
La filosofía es justamente el lugar en el que la discusión da pie a
un pluralismo democrático real y coherente. Formar en valores como el
respeto y el reconocimiento de las diferencias a través del proceso
dialógico les permitirá a nuestros jóvenes acceder a un intercambio
constante con los miembros de su sociedad, tanto con aquellos con los
que acuerdan como con los que discurren, fortaleciendo de esta manera un
ejercicio de la democracia en la que los ciudadanos pueden expresarse
libremente sin faltar al respeto a sus adversarios. En este sentido, es
crucial hacer hincapié en que al igual que la enseñanza de cualquier
contenido, el docente debe evitar a toda costa el adoctrinamiento,
puesto que se trata de enseñar a pensar por uno mismo, o en otros
términos, educar para la libertad.
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